Cuando era niño jugaba a ser piel roja, cortar cabelleras y , gritando, mostrarlas puño en alto a un pueblo sediento de sangre. Me gustaba ser gángster , pirata, Tarzán, Drácula, explorador...me enamoraba de las más golfas.
Cuando soñé en ser misionero lo hice a condición de un buen martirio. Nada de mariconadas; morir despellejado.
Se me deshojaba la violencia, la rabia, el descontento que había en mi. Me he clavado alfileres en los muslos mientras un nazi sin escrúpulos me obligaba a traicionar a los míos., Pero no, ¡pues bueno era yo!.
Mi madre entró al oír los gritos, y me vio con los alfileres clavados en las piernas.
- ¡Pero tú estás loco,o qué!...
Yo estaba salvando el mundo, ¿cómo se lo iba a decir?
Encarcelado tras las rayas de un tigre de Bengala , revolcándome por el salón de casa abrazado a sus cuerpo, deshojándole uno a uno los rugidos, que se confundían con los míos.
Eso todos esos. Soy todos esos.
Pero ahora simulo mis personajes. Un día dejé de vivir en el Paraíso y el alfanje del alado guardián del Génesis me llevó hasta la verja de salida de mi niñez y me señaló el camino de salida
al mundo. Fui expulsado, como tú, como todos : pero en esa niñez
perdida éramos inmortales.
Si regresas a ella , vuelves a la verja , coges prestada la espada al ángel y te enciendes con su punta un puro, a lo mejor lo seguirás siendo.
De todas formas, como pensó Twain, para Adán el paraíso estaba donde estaba Eva...

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