Un cuento de hadas muy sabio y antiguo cuenta la historia de un hombre que busca por todos los lados el tesoro sin precio —una flor azul .
Tanto buscar , y resulta que está en el umbral de su casa.
No es infrecuente que nos pase algo así. Buscamos esa flor soñada en lugares
remotos, viajes sorprendentes y extraños, experiencias apresuradas, y de pronto la descubrimos temblando junto a la ventana de nuestra cocina, con los pétalos empapados de leche.
Estaba allí, a nuestro lado, y no lo sabíamos. Y lo raro es que una vez hallada no
sabremos qué hacer con ella, pues su naturaleza es estar de más. No la toques
Pero entonces ¿por qué habría de sernos tan preciosa? El poeta se refirió a esas flores que de forma inesperada nos entregan los sueños de nuestra infancia a través de su aroma.
Son flores imaginarias, pero que obran sobre la realidad, puentes instantáneos entre el hombre y las cosas. Que nos ponen en comunicación con el misterio de la vida, y vuelven habitable el mundo.
Eso es la familia, el hogar, el recuerdo de mi niñez.
Pues ya lo sabéis. Abrid despacito la puerta de su casa y mirad con atención al entrar. Cualquiera puede ser el hombre o la mujer del cuento, y encontrarse la flor azul en el paragüero de casa.
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