UN VIAJE.

 

Ha llegado un momento que uno descubre que vive para escribir. 

Me muevo de aquí para allá con el afán de encontrar en una mirada, en un gesto, en una anécdota, en un paisaje, en un ambiente, a la vuelta de cualquier esquina, una historia que contar, un motivo para maravillarse, una actitud que resaltar, un relato que caricaturizar. 

Ando por la vida con alma viajera y curiosa, y no necesito recorrer miles de kilómetros para sentirme fascinado por la aventura, que está tan cerca como tú quieras que esté. Empaparte de olores ignorados, de voces ajenas, de otra manera de ver y vivir la vida tan diferente a la nuestra. 

Por esa razón, hay quien lee el Barullo buscando un criterio, y cuando no lo encuentra, nos riñe, se enfada. Nos corrige, el muy idiota, pues piensa que todos pensamos igual. Van listos. 

La vida para mi es, sobre todo, aventura. Y aventura, en mi opinión, no es partir en busca del riesgo, ponerte en peligro, asomarte al miedo y colocar tu vida en el filo de la navaja. 

Para mí, la aventura consiste en asomarte a ese lado de la realidad que no conoces, atreverte a pasar la línea de lo que ignoras. Y hacerlo con toda la emoción de quien espera una sorpresa agradable. 

Todo viaje- y el viaje comienza cuando sales de casa- significa eso, por más que sea un viaje organizado puntillosamente, por más que casi todo esté previsto de antemano. Porque cualquier viaje supone una quiebra de la normalidad, salirse de la vida organizada que repites cotidianamente, alterar el orden monótono de las cosas, colocarte en el lado contrario al que ocupan el tedio y el aburrimiento. 

Y en cualquier momento surge, tal vez cuando menos lo esperas, la sorpresa anhelada. Yo intentó hallarla a diario
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