No se me olvida la mañana que uno muy principal que había dejado la opus me dijo que la razón de haber abandonado la institución fue que sentía había cambiado mucho su " configuración institucional". Ya no era lo que fue.
Me hizo gracia el eufemismo " configuración institucional" para lo que en realidad era que se estaba trajinando a su secretaria. Cosa que sabía todo el mundo. O sea, que la configuración institucional era ella.
Me preguntó por mis razones.
Decidí dejar la obra el día que vi que yo era el culpable de mis problemas , del hoyo profundo en el que había caído. No podía echar la culpa a " son cosas que me pasan". Porque fue en Valladolid donde descubrí lo lejos, lo muy perdido y roto que estaba. Que era yo el que avivaba rescoldos , en otras personas, mal apagados, que sabía despertaban fuegos que no había manera de controlar. Yo el que besó a una mujer en la sacristía del colegio, yo el que acaricié la palma de una mano al entregar un folleto, yo el que guiñé el ojo y piqué a ver qué pasaba. No paraba ante nada ni ante nadie. Me daba igual todo. Me sentía muy mal, muy perro, muy lejos de todo. Perdido en el desvarío. Atrapado por una sexualidad enfermiza.
Y decidí dejar una institución. Allí no tenía cura. Y, por lo menos, de perderme, lo haría solo.
Cuando el auténtico Sátur me dijo que me veía a los sesenta años en la barra de un puticlub, solo y alcoholizado, contando mis batallitas, pensé que tenía razón. Yo también me veía así. Salí muy, muy perdido.
Antes de irme llamé a todas las mujeres con las que tenía lío y me despedí. Les comenté que volvía a empezar.
Después llegué a Zaragoza buscando refugio en la familia. Podía haberles mentido y decir eso del "cambio de la configuración fundacional", pero les conté la verdad. Toda la verdad. Mi padre no quiso terminar de escucharme y me dijo " me das asco".
Después llegó un año donde cada viernes viajaba desde Barcelona a Valladolid a estar con Manuela. Y cada domingo vuelta al trabajo a Barcelona.
Creo que no he sido más feliz en mi vida que en aquellos años, con aquella mujer, en esa casa, con esas expectativas nuevas.
Imagino al Odiador salivando y frotándose las manos con lo que está leyendo. Pensará que me ha dado un brote de ego narcisista. Espero no le dé por comentar hoy: no creo que me desprecie más de lo que yo lo hago por mi.
Además, le voy a contar un secreto: uno puede sentirse perdonado por Dios, pero cuesta mucho perdonarse a uno mismo. Eso aún no lo he terminado de conseguir.
No. De un tiempo a esta parte el Barullo ha subido en número de lectores. Llevamos un mes en una media de 2.500 lectores diarios. Y, aunque aquí se asoma gente muy maja, y buena, también pienso que habrá - de ellas y de ellos- personas que estén metidos en líos como los míos, y peores. Porque la vida es así. Es como los cables de los cascos, que te das la vuelta para hacer cualquier cosa regresas y ¡coño, allí están enredados , ¡y no sabes cómo!
Y les diría que nunca es tarde para volver a empezar, pase lo que pase, estés como estés. Que si ahora mismo te postras y rezas " ¡ por favor, Dios mío!, sácame de de esta!"- no sé cómo, porque no lo sé- pero saldrás. Dios lleva tiempo esperando y viendo tu dolor, tu soledad, lo lejos que has llegado, y diciendo " a ver cuando sienta la cabeza, a ver si se entera, a ver si se acuerda de quién es"
Basta que Le pidas ayuda. Y que seas muy sincero contigo mismo, que no vayas haciendo el gilipollas con eso de la "configuración fundacional". Eres tú el problema.
- Es que yo no creo, no tengo fe.
Pero tienes conciencia. Sabes que no está bien lo que haces.
Estás muy lejos, pero si quieres, verás que todo tiene arreglo. Estás muy cerca de la alegría, y de la paz. Vuelve a casa. Depende de ti.