miércoles, 20 de noviembre de 2013

POR ESCRIBIRLO.


De mi biografía hay un rasgo que me ha hecho mucho daño: la timidez.

“¿Tú tímido?”, se preguntará alguno. Sí. Muy tímido. Sobre todo en cuanto a mi vida afectiva.

Por una educación sentimental bastante atormentada y escrupulosa, fruto de la mentalidad de aquella época, me costó mucho acercarme con naturalidad a las mujeres. Por grotesca que parezca esa es la verdad. Me sentía sucio mirando a las mujeres, y pensaba que mis pensamientos se transparentaban al exterior. El hombre sensual e impetuoso que fui más tarde en mi adolescencia y juventud padecía de una timidez morbosa.

Para mi la mujer era un misterio, algo sagrado y, simultáneamente, un deseo intenso y perverso que apenas podía dominar en mi interior.

Sin embargo, la sensualidad me invadió más adelante con una intensidad que me dio la capacidad de no tener que elegir mujer.

Como hombre sensual y como hombre con una fantasía desmadrada, no necesitaba la juventud ni la belleza de una mujer. Vivía el celibato (celibato no implicaba “castidad “ para mi) y podía compatibilizarlo con cualquier hembra (porque esas relaciones, hoy lo sé, eran zoológicas). Veía a Dulcinea del Toboso en Maritornes.

De mismo modo que ascendiendo una montaña, o castigado horas larguísimas en el colegio, o en aburridísimos días de retiro , podía imaginar aventuras fantásticas, o escribir historias sobre personas muy lejanas a donde estaba. A mi los castigos no me aburrían.

La voluntad se empeñaba en la evasión, y en ella me refugiaba.

De todo este bucle de una inmadurez espantosa no sé como conseguí salir sano mentalmente.

Nunca supe qué se siente en el trato con mujeres jóvenes en mi edad juvenil. No sé que se siente saliendo en la universidad con una chica de 18, 20,22 años... y, quizás como compensación afectiva, sentía una atracción mórbida por las maduras, donde los tímidos, no sé por qué, caemos con tanta frecuencia.

¿Por qué cuento esto?. No lo sé. Por escribirlo...quizás a ti te sirva.


6 comentarios:

  1. "Sentía una atracción mórbida por las maduras, donde los tímidos, no sé por qué, caemos con tanta frecuencia."

    Según se dice, el tímido siente atracción por la maduras porque le recuerdan un algo de protección maternal, y porque (al menos al principio), parecen dar menos problemas: no lloran inesperadamente, no critican, no.... no... etc. Estan de vueltas de muchas cosas, y eso tiene sus ventajas.
    Con una joven, hay que "currar" y negociar más. Suele ser más complicadillo.

    Edu

    ResponderEliminar
  2. Me centro en "no sé cómo conseguí salir sano mentalmente". Yo tampoco lo entiendo, después de todo. Pienso que es por honestidad con uno mismo (la objetividad está excluida), reconocer que lo que se hace está o no está bien, reconocer nuestras limitaciones y vivir muy pegado a la realidad.
    Pegado a la realidad. Para ello ayuda mantenerse un poco alejado, también como espectador de uno mismo: "la repetición diaria de las escenas de nuestra sociedad nos impide muchas veces pararnos solamente a considerarlas, y case siempre nos hace mirar como naturales cosas que en mi sentir no debieran parecérnoslo tanto" (Larra).

    ResponderEliminar
  3. ¡Cómo te entiendo de bien, muchacho, aunque mis experiencias hayan sido algo diferentes, sobre todo en los años jóvenes!

    ResponderEliminar
  4. El otro día fuí a ver una peli llamada Don Jon, de Joseph Gordon-Levitt. La peli es una revisión del Don Juan de Zorrilla y plantea algo muy parecido a lo que tu cuentas. Don Juan no es un noble ni un ejecutivo: es un chaval de Nueva Jersey que no ha superado la sexualidad adolescente. El tío es básicamente un pajero que disfruta más con el porno que con chicas de verdad, porque le parece que las chicas exigen demasiadas cosas y que con ellas hay que entregar demasiado. En el fondo es un célibe no casto, que es lo que son todos los críos cuya fantasía es la mujer indeterminada y no una mujer concreta a la que aman y se entregan. La Doña Inés de este Don Juan es una mujer madura que le enseña a dar dándose ella primero. Creo que lo que te pasó no es algo que deba sorprenderte tanto. No te dejaron crecer y seguiste portándote como un crío y entendiendo el sexo como un crío hasta que te encontraste con tu Doña Inés. Por eso me gusta más la historia de Zorrilla que la de Tirso. La de Tirso (y la de Mozart) son rejalgarescas e inmisericordes con el personaje. La de Zorrilla, en la que don Juan es salvado por un amor generoso y ésta de Gordon Levitt no castigan:hacen que el personaje adolescente se vuelva, por fin, un hombre.

    ResponderEliminar
  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  6. Gracias, Suso. Gracias, Luxindex. Hoy he descubierto que no soy un bicho raro. Hoy entiendo mejor por todo lo que hemos pasado. Un abrazo, amigos.

    ResponderEliminar