Hay tantos caminos como personas para llegar a Dios. Y nadie llega por el mismo camino, aunque cada senda se parece mucho a las demás: días de fatiga, largos zigzags, desprendimiento, ayunos, abstinencias, maravillosas sorpresas, ánimo compasivo...cuando alcanzamos la cima, vengamos de donde vengamos,las experiencias comunes son muy parecidas.
Comienza a andar con sencillez: no te sientas encargado del mundo, ni en la obligación de llevar sobre tus hombros los pecados de todos los hombres. Ese no es tu papel.
La madurez del espíritu comienza cuando dejamos de sentirnos encargados del mundo.
El primer paso de esa senda consiste en admitir, con buen humor, que nuestras ideas no tienen por qué interesar a nadie. Déjalo estar, déjate querer. No te des un pijo de importancia.
El hombre de oración no le enseña a Dios cómo se deben hacer las cosas.
Y conozco unos cuantos de ellos que hasta se enfadan con Él porque si tal, porque si cual.
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ESPACIO RADICAL LIBRE: AGRADECIDO.
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