Las abejas pecoreadotas, absorben con su lengua el néctar de las flores que visitan, lo introducen en su buche y vuelven a la colmena, donde se lo entregan a las obreras jóvenes que encuentran más cercanas a la piquera; volviendo a salir en busca de más néctar, tan pronto han pasado la carga a sus hermanas.
Así veo la infancia : una colmena en la que gentes sencillas, humildes, normales, iban depositando, igual que abejas, la miel de sus conocimientos e ideas acerca de la vida: mis padres,mis hermanos, amigos, el colegio...
Mi alma se ha enriquecidio gracias a ese trabajo. Con frecuencia, la miel aquella era sucia y amarga, pero, de todos modos, la vida siempre es miel.
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ESPACIO RADICAL : UN SENTIMIENTO COMPARTIDO
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