Tengo una fea y mala costumbre, acortezada después de años de sentencias, llevado de primeras impresiones: juzgo a las personas por el objeto de su amor.
Eso no está bien.
La verdad es que cualquier amor puede dirigirse a cualquier objeto.
Uno puede ser aficionado a la pintura como coleccionista, para darse el moco de que tengo algo que vale millones, admirar esa misma pintura como contemplativo. Se hizo famoso Roca, el de la famosa operación en Marbella que tenía un Miró en la cagoteca.
Se puede amar carnalmente las cosas del espíritu y espiritualmente las cosas de la carne.
Se puede amar a Dios con amor humano- esos que son creyentes con toda su impiedad , que por eternizar su miserable yo buscan los "consuelos" de la fe- , o amar a los hombres con amor divino.
La verdad y el valor del amor, de nuestros amores , no están en su objeto - muchas veces dependen del ambiente y las circunstancias- sino en su principio.
El objeto no es a menudo más que una ocasión , un pretexto que el azar ofrece al amor. En fin, son raros los amores que coinciden con su objeto.
Así, un amante vulgar no llega a la persona de la mujer querida (sólo ve en ella un instrumento de placer,o un motivo de presumir, tiene una señora estupenda como un coche de lujo). Mientras que el que ama de verdad llega más allá ( incluso ve en ella un reflejo divino)
¡¡¡Y AMBOS PUEDEN ESTAR AMANDO A LA MISMA MUJER!!!
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ESPACIO RADICAL: PASILLO DEL CLIENTE.
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ESPACIO RADICAL: PASILLO DEL CLIENTE.
Mare de Déu de Monserrat, amores coincidentes amores perfectos. Un trébol de cuatro hojas.
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