martes, 21 de mayo de 2019

EN EL AVE.

Se sentó en la  butaca  frente  a  mi en el Ave Barcelona - Madrid  .

Tenía pinta de galán antiguo, de los que llevaban suspensorio y hacían el amor a la primera actriz con una mano en la hernia. Algo en él  rezumaba anacronismo, como que vivía  fuera del tiempo.

Moreno de cuarzo, con la quijada cuadrangular, como Arturo Mas,  la cabellera de  ala  de paloma peinada con los dedos y las venas del bíceps palpitándole en la manga. 

Tendría unos sesenta años   de chapa  y pintura  en un diseño de machote. Me recordaba  uno de esos sementales  de piscina  de mi años en Torrero , que desfilaba  de la toalla a  la ducha , un Duward aquastar  en la nuñeca, con la musculatura aceitosa  de Copertone  , la cajetilla de Piper mentolado y el tubo de leche hidratante Palmolive, que aún podía enamorar a  Gracita Morales  en un puesto de Variantes en el mercadillo. 

Iba ceñido de pantalón. Ajustado. Al sentarse observé  que Dios le había dotado con un buen martillo ; su sexo parecía un  trabuco   , y en ese punto el tío se sabía irresistible. 

Me recordó un excuñado que tuve  que gustaba marcar  paquete arremangándose el pantalón en la cintura hasta que los calcetines aparecían al sur, pero nada del otro mundo al lado de este  "¡ guerapa!",  que cantaba James  Brown.

Tenía una cicatriz que  le cruzaba el rostro ,  como a Paco Rabal. Una  cara zurcida para las pasiones más canallas. 

Viéndole  me hice  muchas preguntas sobre  la  biografía  de este hombre . ¿En qué trabajaría, qué familia tendría, a  qué dedica  el tiempo libre?.

Alguien le llama  por teléfono.

¡Dios mío!: ¡no puede ser!...una voz atiplada, más que  femenina, femenibérrima y blanda, de monja de clausura, delicada  y  núbil, contesta:

- Sorpréndeme , princesa.

Me levanté  y salí a la plataforma a partirme la caja.

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