Fue Truman Capote el que escribió "jamás contestes a una mala crítica".
Y es un buen consejo, ya que lo mejor que puedes hacer ante una crítica es guardar silencio y por lo menos aparentar que no te importa demasiado. La mayoría de la gente famosa que recibe anónimos no los lee. Esa misma actitud hay que hacer con los que nos ponen a caldo perejil pistacho.
Todos estamos expuestos a la mirada crítica de los otros. Pretender no ser valorados por nuestros actos es un acto de suprema tolez. Además, a veces, esa valoración no es objetiva y tiene motivos que desconocemos.
Hay gente que no da puntada sin hilo y lo que busca es sacarte de tus casillas para que pierdas pie. Son esos que cuando eras pequeño te decían " ¿a que no haces tal cosa?". Y, claro, la hacías. Por eso es infantil que reacciones para que te valoren por tus actos.
Uno disfruta escribiendo , contando algo que no sé bien qué es, perseguir sueños que raras veces se realizan. O porque busco en la escritura una felicidad que la vida real no me da. Sea por lo que sea escribo, y me gusta hacerlo, me lean dos , o cuatrocientos.
“La palabra humana —escribe Flaubert— es como caldera rota en la que tocamos música para que bailen los osos, cuando querríamos conmover a las estrellas”. Probablemente ese es el resultado de este blog: aspiro a conmover las estrellas , y solo bailan los osos ( y que me disculpen mis pocos y fieles lectores por la osezna comparación).
El mundo está lleno de gente empeñada en tratar a algunas personas como si fueran alumnos de guardería que van con su nombre puesto en un cartelito, cogidos de una cuerdecita , con la seño delante. Que tienen que llevar como sea por el buen camino.
Hay personas que entran en nuestra vida como un vendaval que se cuela por la ventana y nos deja la casa pata arriba. ¡Esas son las que me gustan!. La que nos enfrenta no tanto a lo que conocemos como a lo que no sabemos explicar. Que nos dejan perplejos, sin saber qué decir porque nos ha dado la vuelta como un calcetín.
“Siempre he confiado en la bondad de los desconocidos”, dice la inolvidable protagonista de "Un tranvía llamado deseo" , la obra de Tennessee William. Sí, tengo algo en común con esa persona. A veces me desvelo por las noches soñando con locas historias que logren conmover a las estrellas, y todo lo que consigo es hacer bailar a los osos. Pero ¿puedo vivir sin esos bailes? No, no puedo, por eso solo me queda confiar en la bondad de esos desconocidos que sois vosotr@s , l@s lector@s que alguna vez llamáis a la puerta del Barullo.
Aquí una Osa🐻
ResponderEliminarGracias
Si te sirve, he encontrado consuelo alguna vez en tu Barullo. Fuerte abrazo.
ResponderEliminarPues sírve. ¡Muchas gracias!
ResponderEliminarLo daba por obvio... pero por si acaso, por si sirve .... llevo años q es lo primero q hago x la mñn. Este blog y los anteriores.
ResponderEliminarEnganchao :-)
Abrazote :-)
Tero
Te leo todos los dias, y si algùn dìa salta, el dìa siguiente, doble. No pares, por favor!
ResponderEliminarGracias, Elena.
ResponderEliminarNo escribo para que me lean, pero me anima mucho saber quien me lee.