jueves, 18 de febrero de 2021

NO ESTROPEES LO QUE FUE TAN HERMOSO.

 Hace un tiempo , cuando regresé de Guatemala, sentí  el  deseo sincero - ¿ sincero? - de volver a ver a una amiga. Quedamos en la plaza donde años atrás  la dije que la amaba.


Viajé  durante horas y, mientras aparcaba,  la vi sentada en la terraza  donde habíamos quedado. Sentí   un algo que no sabría definir, algo así como esa bolsita de sidral que comprabas de pequeño,    donde mojabas el dedo en él, o untabas con saliva  una barra de regaliz , y se te pegaban sabores que no sabías identificar. 

Ella estaba como siempre. 

Estaba casada. Y en ese momento, la verdad, no importaba.

Me preguntaba qué  sentido tenía  esa  cita. Entonces  fui  yo  el que no  se gustó.  Y   sentí  una pena  muy grande  por  mi. La palabra no es "pena", ya me entendéis.

La llamé  por teléfono,  balbuceé  una mala excusa, y  regresé.



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