viernes, 19 de febrero de 2021

HASTA LOS NIÑOS SABEN ESO.

 La fe, para mí, es salir  de  la barca  y   ponerme a andar  sobra  las aguas. Es  confianza  ciega  y  total.


Eso  no  lo hacen las  personas religiosas, que  fían todo a la cultura donde nacieron. Pertenecen a  un aparato burocrático, dependen  de un administrador ricamente adornado, como los pájaros del paraíso,  como son algunos cardenales o  Papas. 

No es eso, no es eso. 

La fe es simplemente tocar durante un momento lo más ardiente .  Es la cumbre de la experiencia humana. Es lo más denso que puedas acariciar. Es cuando comprendemos que hay algo que no se destruye jamás. Ni tan siquiera en las peores condiciones, algo que no desaparecerá nunca.

El amor , y  me  refiero al de verdad, al de quilates, es  fe.

La fe es como una fiesta infantil.  Jesús  tenía cosas  de  niño.  No consiste en recitar un dogma, ni una sucursal de un banco en el cielo, donde los banqueros van de vez en cuando a contarnos cuentos.

Cuando  veo esos obispos  vestidos  de  faraonas locas  me entrar  ganas de hacerles  una chuchufleta  y decirles  " ¿de verdad  cree usted en algo?". Es  de risa. Me pregunto si esta  gente ha leído bien todos  los  fragmentos  que  Jesús habla de los fariseos, de los ricos, de los poderosos.

Porque  si  lo  han leído es  para ponerse en pelotas, quemar  casullas, sotanas, anillos, coches, y  tramolla, y  echar a  correr. 

En el Evangelio la fe  tiene rostro muy humilde, de gente cortita, paleta, sucia. A  veces  pienso que toda esa tropa  que seguía a Jesús  olería  muy mal. Ese  Dios  que  es  más  fácil de  matar  que un pajarico, que  explotar  una pompa de jabón, que desgarrar  una  hoja de  papel:  hasta  los niños saben eso. 

La Fe...¡Dios, qué  maravilla!



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