lunes, 3 de febrero de 2025

NUESTRO MAYOR TESORO.

Los tesoros siempre son relativos. 


Uno de mis tesoros en la infancia consistía en pasarme  a solas en casa jugando con pequeños muñecos de indios, vaqueros, y ejércitos de soldados yankees.


Me regalaron unas  bolsas  pequeñas  que contenían piezas de plástico, con una base gris que permitía sostener al combatiente. El resto lo ponía la imaginación.


Con las sábanas, ideaba montañas, valles, desfiladeros, y perdía el sentido con guiones absolutamente desquiciados. Pero siempre terminaban igual esas batallas: ganaban los indios.


Me daban mucha pena, la verdad.


Había uno de ellos que, en fin, de ser en la vida real, el pobre no hubiese durado diez segundos: tenía una pierna mordida (yo era un niño nervioso, de los que se comen las uñas, los pellejos de los dedos y mordisqueaba los tapes de los bolis).


A ese indio le había pegado una buena soba de mordiscos, y el hombre estaba sin pierna.  Además, tampoco tenía arco, aunque sí la pose de disparar una flecha.


Y, para colmo, tenía las piernas inmensamente arqueadas, pero sin caballo.


A ese indio, no me preguntéis la razón, era al que peor trataba: se caía por barrancos, le zumbaban a gusto los de la caballería  montada, le disparaban desde los carromatos y caía mordiendo el polvo...¡pero, al final, siempre ganaba!


Siempre es siempre. Ganaba, además, cuando todo estaba perdido. Era fácil: lo cogía con mis dedos, y con ruidos guturales que acompañaban la hazaña, el cojo, manco, y jodido indio, se liaba contra todos, repartía guantazos a diestro y siniestro, se montaba sobre el caballo del mismísimo general Custer y, encima, se largaba con la bella Lucy, la hija de Cawright, el dueño de la Ponderosa.


¿ Y sabéis por qué?: porque allí mandaba yo.


Así fue, hasta que un día caí en la cuenta de que sólo  eran muñecos, y me fui con otros indios, otros carromatos, otros Cústers, y otras Lucys.


Ese cambio fue muy duro, porque esos no se dejaban.


Pasaron los años. Muchos años. El tiempo es hermoso y terrible.


Un día conté a unos chavales lo que sentía con esos indios y vaqueros. Abrí la  memoria personal de  ese tesoro, que tanto valoraba. Y sentí que les importaba una mierda el indio, los vaqueros, y mis gilipolleces.  No les interesó lo más mínimo. Ni sus nombres, ni sus bandos. Mi tesoro, mis recuerdos, eran un carajote.


Y es que no hay  mayor riqueza que la memoria. Y que es el tiempo en el que fuimos felices nuestro mayor tesoro. Y que cada un@  tiene sus indios, sus vaqueros, sus Cúster, y sus Lucys.  


Pero os voy a contar algo que sé, y lo sé de verdad. Dios hace con nosotros lo mismo que yo con mi indio. Le damos pena. Vernos allí tan  jodidos, tan sin nada, tan chungos y  en el desvarío. Y quiere que nos vayan bien las cosas. Y, no sé sabe cómo. ni cuando, ni por qué,  nos coge con sus dedos de  Padre y hace con nosotros lo que quiere.


Todo termina bien.


15 comentarios:

  1. Efectivamente la Yoya era cuñada del entrenador del Betis pero dió 9 hijos. Está personaje ha pasado muy desapercibido cuando debería tener el tratamiento al menos que tuvo la tía Carmen o el tío Santiago. Una mujer que aguantó lo que no está en los escritos. Y le mandaba Fruticas de Aragón por cada alumbramiento. A ella que era de allí .

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  2. Y no se olviden amigos que cuanto más corriente más ambiente!

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  3. Jichos. Nosotros llamábamos a esas figuras jichos, y los vendíamos en bolsas. "Deme una bolsa de jichos" era una frase muy normal.
    Yo vendía bolsas de jichos.
    Mi costillo recuerda que de pequeño también jugaba con ellos, pero al fútbol. Hacía campeonatos mundiales de fútbol con sus amigos, y los futbolistas eran los jichos. Por lo visto, el que tú dices de las piernas arqueadas lanzaba unos chutes fenomenales.
    McC

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    1. Pues me alegra ese complemento cultural que precisa la entrada y le da coloir.

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  4. los cojones todo acaba bien. Sin acritud.

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    1. Es su opinión. Depende que se entienda por " bien".

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  5. Gracias "Suso Sentado" por comentarnos, aclararnos los orígenes del Barullo.

    ¡Jau! ✋

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    1. Gracias.
      Pero los orígenes del Barullo están en mi padre que me llevó de la mano y sin miedo a conocer la parte de la vida que más miedo da a las personas: la libertad.

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    2. Que suerte, el mío me llevo al barranco del miedo. Y allí me dejó.

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  6. Ahora todo está pasando por el arte de la procrastinación: la acción o hábito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse.

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  7. Anónimo de las 11:38, no es por nada pero su comentario a cuento de qué viene? Por qué o por quién lo dice?

    No sé, para el profano parece un comentario "random"; quiero decir, un tanto aleatorio.

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    1. Anónimo 13:59, lo mismo pienso yo de tu comentario. No encaja en lo que es la temática concreta abordada en el día de hoy.

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  8. Buenas tardes. Soy el ex directhor del golegio t'erra pherma. Algunas aseveraciones de este blog son exageradas o/y sacadas de contexto.

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    1. Explíquese. No se corte. Lo exagerado, y lo fuera de contexto también forma parte de la verdad, sin ser la verdad.

      Dele ahí.

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  9. Publique mi comentario, por respeto a ese gran golegio y a su ex directhor.

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