En los amores hay personas que se instalan en el daño. No son mala gente. Y tampoco sé qué mecanismo interior se acciona para que se ponga en funcionamiento la mecánica fatal de la perdición.
Tengo recuerdos de la adolescencia y juventud ( y alguno hasta la madurez) muy turbios. Me hacía daño a mi mismo sin entender ni el por qué, ni qué motivaba esa manera de hacer y presentarme ante los demás. Eran adicciones, o raíces psicológicas enfermizas.
De la misma manera que con la lengua acudía una y otra vez a la pequeña herida de una encía hasta convertirla en llaga. O me despellejaba los dedos hasta sangrarlos de una forma cruel , sufriendo por el dolor, y porque esos pellejos en carne viva no podía mostrarlos en la vida diaria. De esa misma manera, digo, trataba a las personas.
O me devoraba las uñas de un modo patológico y enfermizo.
Al final uno, más o menos, ha conseguido encauzar toda esa manera de ser.
Pero he conocido quien no ha conseguido salir de esa espiral enfermiza, arrastrando con él, o con ella, a otras personas . Es posible que cada uno por su lado hubiese conseguido ser más feliz.O no. Porque algunos llevan la negrura con ellos.
¡ Cuánto cuesta entenderte...y aceptarte!
Algunos llevan la soga con la que se ahorcarán...
ResponderEliminarLa soga es la visión del mundo, el paradigma vital. El cuerpo es la piedra de toque: si el cuerpo está bien, el paradigma es el correcto (natura parenta vincitur). Si el cuerpo no está bien, debes cambiar el paradigma.
Este es el problema: quizá el paradigma es lo único que puede dar sentido a tu vida. La libertad es un riesgo, a veces significa alejarte del entorno que, aparentemente, te protege.
El mayor enemigo es el "idealismo", el fanatismo que se aferra unas ideas y ni siquiera es capaz de considerar que el mundo pueda ser de otra manera (llámese nacionalismo, religión mal entendida, socialismo, nazismo, fascismo...).
Desde mi perspectiva personal, que es muy personal, la "adicción al dolor" (fruto de nuestro propio carácter o experiencias e incluso educación/formación), está fundamentada tantas veces en aspirar con cierta ingenuidad a cosas muy buenas de la vida y en el camino ir dejándose dañar y haciendo daño, por no querer ver que eso no llega. A veces, incluso empezando esas situaciones por equivocar las coordenadas, pensando que eran las únicas buenas para llegar a un objetivo.
ResponderEliminarCuando interiormente, casi de manera inconsciente, estás empeñado en que algo ha de salir pase lo que pase, "por encima de tu cadáver", aguantas y te aguantas a ti mismo hasta límites insospechados. Claro que siempre surge algún escape, que tiene forma de error, del que luego hay que arrepentirse para volver a esa misma necesidad de dolor en la espera...
El día que al fin decides desengancharte de una situación de esas características, te sientes peor y lo peor. Pero al pasar el tiempo vas asumiendo que era lo mejor que podías hacer y poco a poco ganas paz, en una situación , que de por sí , antes hubiera sido un gran fracaso.
Esto es sólo mi humilde experiencia de la que aún estoy aprendiendo. Hace poco que me he separado. Es un "gran fracaso" y a la vez un gran descanso. Es lo que me toca aprender y aceptar ahora. Seguir cuidando de otros y volver a funcionar con la sana sencillez de evitar provocar o recibir daño. Creo que esta vez mejor no fijarse en ninguna coordenada y tratar de respetar y que te respeten... vivir, simplemente.
A veces nos instalamos en la maldad, y acabamos teniendo miedo de ser malos para los restos.
ResponderEliminarOtras veces nos instalamos en la bondad, y tenemos miedo de pasar de buenos a tontos.
Así que un día abres el Libro Sagrado y lees algo así como "ven a mí y no tengas miedo, colega ". Y caes en que el autor del texto no usa ni la palabra bueno ni malo.
Tal vez la primera sería romper con el miedo.
Y luego..., luego vivir.