jueves, 13 de febrero de 2020

FUE EN SANTIAGO.

Hace poco estaba apoyado en la entrada de un pub en una calle de Santiago contemplando una rabiosa puesta de sol entre nubes panzonas de un gris acerado, casi humo.

El espectáculo era de una belleza que daban ganas de aplaudir y gritar “¡autor, autor!”.

Dios lo estaba haciendo espléndidamente y, derrepenete, depronoto , mientras apuraba un algo de tristeza, el primer plano se llenó de vida. Una mujer desfiló delante de mi con un impermeable gris asfalto, cubierta la cabeza con un pañuelo estampado en gris plateado, zapatos a juego, y un perro de una raza que jamás había visto en mi vida pero que, oye, parecía comprado para pasear esa tarde. Era de pelo gris jaspeado, con pintas, y parecido a un chacal.

Me pareció que la señora debía tener un perro para cada ocasión...o no.

Así que me acerqué a ella, imposté la voz de John Wayne en Hatari , y pregunté...

- Disculpe señorita, ¿puedo hacerle una pregunta?

- Usted dirá.

- Ésta es la pregunta....¿De qué raza es el perro?

- Es un perro  de ganado australiano, también se les llama Boyeros.

- ¡Ah!, ¿como Isabel Preisler, que también se casó con un Boyero?- dije abriendo mucho los ojos,con cara de míster Bean

Me contó algo de la raza, que apenas memoricé, más que nada porque no estaba yo como para que me dieran una clase de Jara y Sedal.

No está entre mis habilidades la fotografía, ni la pintura, pero ese segundo exacto donde se cruzaron los dos paisajes, o tres con el perro, que era precioso, son de los que te dices “tengo que llevar siempre una cámara encima”.

Esta noche me llegó la noticia de la muerte de un conocido con el que trabajé. Una oración por Jesús Ángel.






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