jueves, 27 de febrero de 2020

¡ A TRES METROS!

Comencé a andar con mi padre por prescripción de un psicólogo que le aconsejó " agótelo". Mi padre era buen cazador y buen montañero. Así que decidió llevarme de perro por esos montes, y de compañía por esas montañas.

De este modo conocí sendas sinuosas e intricadas  que no sabías cómo iban a terminar. O esas que ponían un   cartel de " no pasar", y pasabas.

O canchales llenos de piedras que se desplazaban a tu paso, una zancada arriba, tres abajo. O laberintos boscosos, con ramas y espinas, de esas que se te engachaban en la ropa  y parecían decirte "¡ quédate con nosotras!" . También aéreos de vértigo. O glaciares de una blancura solar que herían la vista.

O caminos de sol,  que hueles tu sudor  y te  bronceaban la piel.

Sendas sin brújula ni mapa. Pura improvisación y aventura. Andando sin pausa, detrás de la huella de mi padre, sin destino.

Excursiones que acababan en ninguna parte, colgado de un precipicio. Y decías " o todo o nada" , cara o cruz, si salto o freno, sigo adelante o media vuelta.

Después me conduje por autopistas. Y carreteras secundarias.

He tenido tres accidentes de coche. Muy aparatosos, aunque sin víctimas - siniestros totales todos ellos. 

Y, al final, ¿sabes?…son las personas las que hacen los caminos. Y ahora quiero sendas con luz, personas con alma, con aire en su paso.

Como mi padre. De esas que cuando te sentía andar detrás de él muy cerca , demasiado cerca, se tiraba un pedo y decía " ¡Suso, a tres metros!" . Que era una forma de respetar su espacio.

Y te enseñaba caminos nuevos, originales, emocionantes y maravillosos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario