miércoles, 12 de febrero de 2020

LA ESTOCADA FINAL AL MACARRILLA QUE PASABA POR ALLÍ.

Me preguntan que cómo pude ser así. Cómo pude hacer lo que hice.

Y la verdad que no lo sé.  Son cosas que pasan. O al menos cosas que a uno le han pasado.

Me movía entre mujeres educadas , que  conocían  chicos fantásticos, buenos chicos…chicos que las adoran, que estaban  pendientes de ellas , de sus  gustos y deseos, que les abrían la puerta del coche antes de entrar ellos al recogerles  en casa… Chicos que, incluso, conocían  a los padres de ella  y que eran más o menos aceptados en casa. Chicos que han ido a cenar  en Navidad o a algún cumpleaños… Chicos que hablan con el padre de la chica, hacían  sonreír a su  madre y  se llevaban bien  con sus  hermanos. 

Chicos con los que habían  ido a alguna boda, tan guapos y arreglados, esos que la gente decía que hacían  una bonita pareja.

Me movía entre esas mujeres que sonreían cuando les dicen “¿Y vosotros para cuando?”, mientras ellas  sonríen  imaginándose vestida de novia con él al lado.

Y así sucedió.

Y resulta que un día, cualquier día, en cualquier lugar, esa mujer conoce a ese chico que no tiene nada que ver con el que vive con ella. Es un profesocito, becario,  que viste  con corbata y chaqueta , que se ve que le va grande ,  ese con pinta de golfo, que aún tiene granos en la cara, que la mira desconcertado y pasmado, que invade su  espacio físico y psicológico en una estación de metro donde ella ha ido a llevar a su hijito.

Y otro día, y otro, y otro... y ella se deja  hacer,  encantada. Se deja qué...mirar y ser mirada.

Y  esa mujer , y él , descubren  que tienen  una imaginación poderosísima  siempre que sus pensamientos les incluya. 

En fin,  que se lía la cosa hasta el punto que ese ser fascinante que dice que la  va a llamar , no llama, porque está hecho un lío, porque sabe que eso está mal, porque no se aclara. Y a ella le da igual. Todo lo perdona....y  mil veces que le fallaras. Yo era el macarra que pasaba por allí, el chico de pueblo , ese ser que despertaba  en ella tantos instintos que ni conocía… Ese que le daba  lo mínimo y parecía  un mundo. Ese que vive como quiere y te quiere en su vida…o no. Sobre todo no. 

 Ese maravilloso ser que viste mal,  no  tiene buen gusto, pero es tan divertido. Sabe estar como y con quien quiere. Yo era  un adorable canalla.. Yo era ese que siempre  enamora por mucho bueno que  ella tenga alrededor.

Lo peor llega , ¿ o fue lo mejor,?  cuando ella aprende  a conocer a ese macarrilla de Zaragoza , cuando sabe torearte, olé, olé, muletazo y banderilla,  estar a tu altura y  terminar con una verónica mirando al tendido. Cuando sabe disfrutarte , comprenderte  y dejar que la quieras…porque la  quieres. A su modo, eso sí. 

Y, una vez que le conoces y le tratas, y te quiere,  ves que una tarde  te cita,  te cuadra, y se va a por el estoque, y hace una suerte al volapié, que es cuando toro y torero van uno hacia el otro al envite final, y te clava el estoque en la cruz, enterito.

Y te vas a tablas. A tablas a olvidar, A tablas a morir. 

Y te dices " esto no me vuelve a pasar en la vida...pero sí, vuelve a pasar.



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