viernes, 11 de septiembre de 2020

ISABEL SÁNCHEZ

Por distintos cauces me han llegado a mi watsap estos días la entrevista que han hecho a una señora que al parecer es la que más poder tiene en la opus de ellas. Así se deja presentar. No sé. Me llamó la atención que no corrija ese modo de nombrarla. 

Se llama Isabel Sánchez. Ha escrito un libro donde cuenta  la historia de mujeres que dirigen sus pasos a orientar a otros, señalan el norte en un camino de heroísmo personal y acompañan hasta la meta. Lo ha tenido fácil. Está en la cúspide de una organización donde sólo tiene que preguntar " ¿ qué me contáis , chicas?". En el opus dei hay historias personales de muchos quilates, tiene donde elegir.

Isabel  tiene un rollo Telva que , en fin. Se parece a muchas otras . Las he visto así desde que tengo catorce años. Nada nuevo bajo el sol: su manera de mirar, su forma de presentarse, su belleza  fría,  aséptica , algo infantil - esa sonrisita pícara y sincera , como de final de corrección fraterna que  te endosa un "pax "  con ese guiño de la naricita que, a veces, esconde una mala leche muy principal.

Esta película ya la he visto. Pero compraré el libro. Y, aunque en este tipo de libros acostumbra a ver muchas manos, y muchas miradas, estoy  convencido de que valdrá  la pena leerlo.

Pero lo voy a contar todo...Isabel me ha recordado mucho, muchísimo, a otra persona. Una tan parecida , tanto, que me ha dolido. Uno también tiene su mala leche, y pido perdón.

Esa mujer un día , después de trienios de entrega fiel, recibió un palo inesperado, un desprecio en lo profesional  de parte de alguien que lo era todo para ella.  Tal vez toda su vida se sostenía en una vida de piedad muy catalogada,  acartonada,  de raíl. 

- Las mejillas se me encendieron. Miré con horror al impostor  que durante años había sido para mi el representante de Dios: bruscamente, acababa de levantar su sotana descubriendo el disfraz de una persona sin corazón,  fría, dura, insensible. ...abandoné ese lugar con fuego en la cabeza, resuelta a no volver a acercarme jamás allí : a partir de entonces me habría parecido tan odioso arrodillarme ante cualquier sacerdote, cura, obispo, o papa , como ante un espantapájaros.  

Aquello fue un derrumbamiento tan potente que esta mujer llegó a pensar que todos esos años de entrega  habían sido como si ese sacerdote - figura de todos los anteriores que había conocido - le hubiese posado su mano sobre la nuca , empujándola hasta el suelo, obligándola a besar el fango.

-  ¿ Recuerdas la profecía de san Josemaría?, me dijo. Esa que decía que no encontraríamos la felicidad fuera de ese camino.  Que "si alguien se descaminara, le quedaría un remordimiento tremendo: sería un desgraciado. Hasta esas cosas que dan a la gente una relativa felicidad, en una persona que abandona su vocación se hacen amargas como la hiel, agrias como el vinagre, repugnantes como el rejalgar". 

Hoy no cree en nada. " Me desprendí de todas esas mentiras. Un día hundí mis manos en el frescor de la hierba, escuché el viento y su música, y  comprendí que nada me haría renunciar a las alegrías terrestres. Ya no creo en Dios".

- Suso - me dijo una mañana- despierta. Todo es mentira. Dios no existe. No hay nada después. 

Y esa mujer hoy es la mejor de las hermanas, de las hijas, de las amigas.

Leo y veo las fotos de Isabel , y sus  declaraciones, y recuerdo a esta otra. ¡ Duele!

Y, lo siento,  no serviré más a señor que vaya a morir. He visto demasiada gente que quiero mucho lejos de todo.




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