Estos días salgo poco de casa, y los fines de semana , si exceptúo los largos paseos de la mañana, me quedo en la habitación- despacho- biblioteca ( sólo uso dos habitaciones ahora) horas y horas, leyendo, viendo alguna película, o escribiendo...
Si semejante retiro me fuese impuesto, me jorobaría bastante. Con toda seguridad me rebelaría.
Me comentó una vez mi jefe; "me gustaría mucho conocer a tu mujer".
- ¿Por qué?- le pregunté.
- Por saber cómo es la que le puso el cascabel a este gato- respondió señalándome.
Manu supo echarle hilo a mi cometa, y supo respetar "mis cosas". Incluso las fomentaba. No soy nada fácil de llevar.
Cuando reina un pensamiento libre en el amor, todos se mueven muy cómodamente en ese ambiente. No hace falta que los demás lo entiendan.
Pero donde las ideas se reprimen, hasta lo que está permitido decir, o hacer, se muestra con timídez, o inseguridad.
Gran post.
ResponderEliminarComo diría Baltasar Gracián: "No hay en el mundo señorío como la libertad del amor"
Me uno al anterior
ResponderEliminarLi
Si las ideas se reprimen nos convertimos en subversivos; creo que eso éramos. En ese ambiente nuestras ideas "irrumpían". El problema del Betis es que es un sistema de expresión establecido, un especie de código, que solo asfixia si tienes la intención de creerlo. No era para vivirlo, tonto, era para manipularte a ti y a otros.
ResponderEliminarHasta que encuentras tu "catalizador".
Se dice que los perros son fieles a las personas y que los gatos son fieles a las casas. Porque entre el gato y la casa se entabla un vínculo invisible, nos resulta a veces escurridizo e incluso siniestro: nos inquieta presentir que los gatos conocen de nuestro hogar trasfondos que nosotros ignoramos. Mientras que buscar confrontaciones es cosa de perros, la sinuosidad felina consiste en moverse sin rozamientos amoldándose al aire que no ofrece resistencias.
ResponderEliminarEres un hombre afortunado. Gracias por esto que has escrito, es muy bonito y muy profundo también.
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