Tarragona. Una madrugada, después de una noche movida, nos encontrábamos sentados en las afueras de la terraza del pub Antiquari Luis L, y el menda .
En el local había un apartado donde se podían cantar directos en días entre semana. Habíamos cantado un repertorio de rancheras , versionadas como baladas de Los Secretos, y
mucho Sabina.
Un hombre elegantemente vestido nos escuchaba acodado en la barra. Terminado el repertorio, mientras salíamos a la calle a echar un cigarro, el ser humano se me acerca:
- Cantas muy bien- dijo con la voz bastante empastada por el alcohol.
- Muchas gracias - le contesté .
- No soy maricón- prosiguió- pero me has puesto tan así que me han entrado ganas de darte por el culo.
Salimos los tres .En la estrecha calle del casco antiguo, Santa Anna, aún era de noche. Estaba desierta y la terraza abandonada. De pronto, a lo lejos, empezaron a acercarse hacia nosotros dos perritos vestidos con falditas de vistosos colores fluorescentes, y un gorro de morito en la cabeza. Iba cada uno de ellos balanceándose sobre dos pelotas grandes de plástico, como de esas de Nivea que se veían entonces en la playa. Desaparecieron muy poco después de nuestra vista.
Segundos después, dos personas seguían la pequeña procesión de los canes malabaristas hablando de sus cosas.
Al día siguiente supe que un circo se había instalado en Tarragona . Sin duda alguna , los perros, y sus dueños, formaban parte de la troupe circense.
Iba a comentar la sorpresa del encuentro con los perros, cuando vi la situación y decidí callarme. En esto, el fan que se había sumado a acompañarnos , abrió los ojos de una manera desmesurada, echó un trago, y dijo : -Anda, bida , unos bedos que hacen malabarismo .
-¿Unos perros malabaristas? ¿En Tarragona, por mitad de la calle?
Los animales desaparecieron calle abajo mientras el hombre insistía e insistía ("¡conio, si van con falditas y sombdedito encima de una belotas de blástico, conio!)
- Que no , joder, usted está mal...¡si no se ve nada!...¿tú has visto algo,Luis?
- ¿El qué?...¿perros con falditas?...¡qué tontería!
Hasta que, al final, despavorido, asumió que estaba ante su primer ataque de delirium tremens. Se fue callejón arriba, dando tumbos, acojonadico, esperando no encontrarse una araña gigantesca que le envolviera en la crisálida mortal.
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