sábado, 26 de marzo de 2016

UNA NOCHE EN TARRAGONA

Tarragona. Una madrugada, después de una noche movida, nos  encontrábamos sentados en las  afueras   de la terraza del pub Antiquari  Luis L, y el menda . 

En el local había  un apartado  donde  se podían  cantar  directos  en días entre semana.  Habíamos cantado un repertorio  de  rancheras , versionadas como baladas de Los Secretos,  y
 mucho  Sabina.

Un hombre elegantemente  vestido   nos escuchaba  acodado en la barra. Terminado  el repertorio, mientras salíamos a  la calle a echar  un cigarro, el  ser  humano  se me acerca:

- Cantas  muy   bien-  dijo  con la  voz  bastante  empastada  por el alcohol.

- Muchas gracias - le  contesté .

- No soy  maricón-  prosiguió- pero  me  has  puesto tan  así  que  me  han entrado  ganas de darte  por el culo.

Salimos  los tres  .En la estrecha calle del casco antiguo, Santa  Anna, aún era de noche. Estaba desierta y la terraza abandonada. De pronto, a  lo lejos, empezaron a acercarse  hacia  nosotros dos   perritos vestidos  con falditas  de vistosos  colores   fluorescentes, y un gorro de  morito en la cabeza. Iba  cada uno de  ellos  balanceándose sobre  dos pelotas grandes de plástico, como de esas de Nivea que se veían entonces en la playa. Desaparecieron muy poco después de nuestra vista. 

Segundos  después, dos personas seguían la  pequeña  procesión de los canes  malabaristas  hablando  de  sus cosas.

 Al día  siguiente  supe  que  un circo se había  instalado en  Tarragona . Sin duda alguna  , los perros, y sus  dueños, formaban parte de la troupe circense.

Iba a comentar  la  sorpresa  del encuentro  con los perros,  cuando  vi la situación y decidí callarme. En esto, el fan  que se había  sumado  a acompañarnos , abrió los ojos de una   manera  desmesurada, echó  un trago, y dijo : -Anda, bida , unos  bedos que hacen malabarismo .

 -¿Unos perros  malabaristas? ¿En Tarragona,  por mitad de la calle? 

Los animales desaparecieron calle abajo mientras el  hombre insistía e insistía ("¡conio, si van con falditas y sombdedito encima de una belotas de blástico, conio!)

- Que no , joder, usted  está  mal...¡si  no se ve  nada!...¿tú has  visto  algo,Luis?

- ¿El qué?...¿perros  con falditas?...¡qué  tontería!



Hasta que, al final, despavorido, asumió que estaba ante su primer ataque de delirium tremens. Se fue  callejón arriba, dando tumbos, acojonadico, esperando  no  encontrarse una araña gigantesca  que  le  envolviera  en la crisálida  mortal.


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EN LO SECRETO: 1, CORINTIOS, 13

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