miércoles, 30 de noviembre de 2016

EL AJEDREZ

La vida es  un tablero de ajedrez . En  ese  tablero hemos sido  colocados al nacer. Puedes ser un simple peón, en primera línea de  combate. En la trinchera. Avanzas poco a poco, con esfuerzo. Algunos caen al primer movimiento.

Otras eres un caballo cabriolero y salvaje. O una torre , rígida, derecha a su objetivo. Una vida sin emociones, previsible. El alfil. La reina. El rey...qué más da: nadie elige su condición.

La vida tiene sus reglas, y sus trampas. Y sus tramposos.

La apertura es la fase inicial de una partida de ajedrez. El objetivo es obtener una posición de comienzo ventajosa. En caso de no poder realizarse con éxito, implicará una situación de inferioridad para el resto del juego.

Boby Fisher  con tan sólo trece años , en la llamada “La partida del siglo”, sacrificó la  dama en  la movida 13. Un sacrificio en ajedrez es una exquisita jugada y una de las más apasionantes del juego, donde se ofrece una pieza al rival en busca de un beneficio mayor. Ofrecer la dama como en este caso, es el máximo riesgo y tentación para el oponente.

Al final en esta partida sabes que el adversario más peligroso eres tú. Cervantes escribió que "mientras dura el juego, cada pieza tiene su particular oficio; y en acabándose el juego, todas se mezclan, juntan y barajan, y dan con ellas en una bolsa, que es como dar con la vida en la sepultura.".

El ajedrez es juego de dioses: ¡manejar a nuestro antojo un mundo en pequeño con todas sus figuras! Quién sabe si el mundo no será en resumidas cuentas más que eso, un gran tablero de ajedrez al que unos seres superiores juegan con nosotros como nosotros jugamos con las figuras del ajedrez.

tu riqueza más preciada no era el dinero si no era el tiempo - guillermo zuluaga
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ESPACIO RADICAL: HASTA MAÑANA

7 comentarios:

  1. A mí de niño el ajedrez no se me daba mal, pero lo tuve que acabar dejando porque, en el curso de la partida, acababa odiando a mi contrincante y me dominaban unos deseos irrefrenables de destruirlo con la mirada nihilzándolo.

    Años más tarde vi un episodio del teniente Colombo en el que un jugador de ajedrez asesinaba a su rival por odio. ¡Cómo entendía yo a aquel hombre!

    Ahora el ajedrez no me interesa: me parece una manera muy inútil de desperdiciar tremendas energías mentales que se podrían emplear en otra cosa. Bueno, quizá no sea por eso. Quizá sea más bien porque siento aversión a todo lo que sea pensar intensamente pero ateniéndose a reglas fijadas de antemano y válidas universalmente. Prefiero ir descubriendo las reglas intransferibles propias y exclusivas de cada una de las cosas. Y también siento aversión a todo lo que sea rivalidad. No va conmigo medirme con otros. No me interesan los rivales. Si yo ahora jugara al ajedrez pensaría: ¿el rival quiere ganar la partida? ¡Pues que la gane y le aproveche, con tal de que a mí me deje en paz! ¡A paseo, yo me largo! Y claro, así no se puede jugar.

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  3. Creía que me habías trumpeado, cual inmigrante en EEUU.
    No me acuerdo de lo que puse, pero mira, hemos creado un nuevo verbo
    Trumpear : mandar al carajo los pequeños avances conseguidos, dado que la peña vota al más tontorrón del barrio, que aprovechando la bronca reinante aglutina votos y fotos.
    Corre y registra el nuevo verbo.
    Triunfa fijo.
    ...
    Yo me trumpeé a mi cuñado.
    Aquí lo que pasa es que nos han trumpeado.
    Le entré a la rubia y me trumpeó los higadillos.
    Este verbo está llamado a éxito.

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