¿POR QUÉ SOMOS ASÍ, DANTE?

En Florencia, el año  1274, un niño de nueve años llamado Dante  se  cruza con una niña de ocho años llamada Beatriz. No sabemos si se  cruzaron unas miradas  cómplices, o recelosas. Lo importante es que el encuentro terminó allí.

Lo que sabemos es que ese instante fugaz arraigará y dilatará el corazón y la memoria de ese crío , dilatándose en el tiempo.Dante  hiló  poco a poco su capullo de oro como un gusano hasta que al final se convirtió en una de las  crisálidas más evanescentes de la historia de la literatura. Y todo por Beatriz.

Dante a los dieciocho años vuelve a  cruzarse  con Beatriz. Le saluda. Ella responde amablemente. El encuentro, lo mismo que el anterior,no tiene continuidad.

Pero el hombre queda tan imantado por esa criatura que se convertirá  en el origen de un nuevo modo de hacer poesía y de ver  a  la mujer.Desde luego el tío está  enloquecido:

Tan noble y tan honesta parece

la dama mía cuando a otro saluda,

que las lenguas, temblando, enmudecen,

y los ojos a mirar no se atreven.

Menos mal que al cruzarse sólo se saludaron...¿qué hubiese sucedido si se hubiesen dado la mano?.

Cuatro años después Beatriz se casa con Simone de Geri. Y fallece  el 8 de junio de 1290. Tenía 23 años.

Dante se casará con Gemma di Manetto . Tuvieron tres hijos.Murió a los cincuenta y seis años.

Dante y Beatriz nunca tuvieron ocasión de  encontrarse cara a cara. No intercambiaron ni una sola palabra.Fueron dos  perfectos  desconocidos el uno para el otro.  Sin embargo,   Beatriz fue para siempre "la dama mía". La amó durante toda su vida. La sublimó cuando la nombra guía en el Paraíso.

Entiendo muy bien a ese  hombre. ¡Pobre Beatriz!: no sabe nada del revuelo que provoca su nombre para este poeta  los  y millones  de  personas que  le leerán. Es ajena a ser considerada  un ángel, o nada que se le parezca.

Algunos nos reconocemos en Dante. Inmaduros, romanticones, con una imaginación capaz de dar vida nuestros sueños. Eternos adolescentes  que  no terminamos de  crecer. ¡Con qué poco  nos basta para sentir escalofríos con soñar una caricia!. Es un modo de ser. Algo de cuna. Tal vez enfermizo. ¿Qué importa lo que sea o deje de ser?

Un día fue la señorita Querubina, una profe que me tenía loco a los siete años, a la que le hubiese  dado mi vida entera, a pesar de la diferencia de edad. Me conformaba con  llevarme  regateando la pelota de fútbol hasta el corro de profesoras donde estaba ella, y chupar bola  para que me viese...como diciendo "¡pero no ves lo que hago por ti, coño, no ves lo que te quiero!"

O Matilde Muñoz , con la que me hice el encontradizo miles de veces y que un día, ¡Dios, qué día! , me declaré diciéndole que la quería. Y ella me dijo que no. Y aquí estoy. Colgado por ella todavía.

Y la Culo Royo, una chica de Bielsa, el amor del verano.

Y  Clarice, y Roser, Carlota, Inés, Marta, Rosa, Luisa, Manuela, Ana, María José...

¡Joder, Dante!; ¿por qué nos obstinamos  en recrear una mujer que en realidad no existió jamás, superponiendo un andamiaje fantástico a la figura auténtica hasta anularla y hacerla desaparecer?

¿Por qué todo ha sido un juego  tan inocente como estúpido?

¿Por qué somos así, Dante?...¡quítate el gorro ese de gilipollas y contéstame!

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