Es muy difícil ser feliz sin hacer el ridículo.
En cuanto bajas un poco la guardia te ves sonriendo en plan californiano con la dentadura postiza, perfecta , gritando que se besen, que se besen , en la boda de tu prima .
En Sant Cugat los niños de padres felices nacen ya con cara de pijos
En Sant Cugat los niños de padres felices nacen ya con cara de pijos
Las madres felices de Sant Cugat pasean unos cuerpos moldeados, plastificados, cortados por la línea de puntos en la piel en las clínicas de cirugía estética . Esta iconografía es la última forma de terror: expresa la necesidad moderna de parecer feliz a toda costa. Debido a esta dictadura hoy nadie se atreve a aburrirse y menos a confesarlo.
Cerca de casa hay un restaurante La Barra. Escucho una conversación en una terraza . Simulan un grado de dicha que no tienen. Como visten, se peinan, ríen, charlan de unas pistas de ski. Y de repente se ven abocados a parecer lo que no son . Su tedio es profundo, solar, aromático, como un melocotón a punto de pudrirse.
Frente a esta felicidad recuerdo el aburrimiento de mis veranos adolescentes . Eran como una frontera interior que debías conquistar bajo la crueldad de la canícula, pero no existía ningún reto de belleza, ningún simulacro corporal, ninguna ansiedad en mis padres por ser jóvenes.
El aburrimiento del verano te iba calando hasta que todo tu cuerpo se convertía en naturaleza y nadie se avergonzaba de no ser feliz. Simplemente éramos maños al sol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario