Aunque he sentido la muerte muy cerca - tuve un compañero de pupitre que falleció en el colegio, mi padre, algún familiar más, Santi Olano, Andreu, Jaume ...- para mi la muerte de Manuela fue " la Gran Ustié". Me dejó fuera de combate. Y la viví tan de cerca, probablemente en la inconsciencia del que no quiere enterarse de que " esto me esté pasando a mi".
No sé por qué tomé la decisión de dejar todo - trabajo, familia, amigos, país- para ir a Guatemala y hacer algo por los demás, algo que ni yo mismo sabía qué era. Lo que tenía claro, y lo sigo teniendo, es que lo que buscaba no estaba ni en el dinero, ni en una vida estable y cómoda.
En otras entradas está contado ese proceso. Pero hoy va de la muerte. Porque lo que aprendí de Manuela, y de esos meses en Guatemala, fue que la muerte es una escuela de vida. Hay gente que su despedida de este mundo es una lección de paz, de amor.
Leí hace unos días que si a un niño de siete u ocho años los llevas a asistir al parto de su madre el chaval se quedaría asustado escuchando los gritos de dolor de su madre, la sangre, la angustia que se ve en la mesa de operaciones. Para él sería una experiencia espantosa.
Sin embargo, la gente madura disfruta asistiendo a un parto. Es un momento de felicidad, de alegría, de dicha, de esperanza.
Eso es la muerte. Un nacimiento. Y el que lo ha visto, y vivido, lo sabe.
Asistir a una muerte es una escuela de vida preciosa. Lo que aprendes acompañando a la gente en el proceso de morir no está en los libros. La muerte te pone en tu lugar, transforma tu mirada sobre la vida, la relatividad del tiempo, los valores, qué es importante y qué no lo es.
Esa es la razón por la que cuando regresé a Barcelona y comprobé la tacañería, la codicia, el afán de ganar dinero, de tener...sentí un desprecio , casi repulsivo. Sin casi.
¡ Que error, Dios mío!, ¡ qué error!
Estoy convencido de que una sociedad, una familia, que esconde y rechaza la muerte, se pierde la comprensión y la sabiduría que encierra este momento.
Hoy, que dicen que abortar es un derecho, y matar una mascota un delito.
Todos los días pienso en la muerte, sin malos rollos. Soy de los que creen que cada uno muere un poco como ha vivido. Y quisiera, eso pido, ayudar a mi gente a aceptarla y vivirla no como un desastre ni un absurdo, sino como el que acompaña a la puerta del misterio al amig@ al cual un día iremos todos.¡Cómo me gustaría tener esa mano que me dé calor en ese último instante.
He acompañado a morir a unas cuántas personas. Y pienso que la familia debe entender que su trabajo más importante es aceptar, dar permiso y decir «te amo, gracias por todo lo compartido, te puedes ir, entiendo que tienes que irte, seguiremos juntos ». Lo contrario sería como si la mujer a punto de parir quisiera detener el proceso.
Si tienes aún cuentas pendientes con alguien, todavía estás a tiempo de pedir perdón. Si las tienen contigo , de perdonar.
El día que murió Manuela fui a visitarla a la UCI muy temprano. Me permitieron entrar. Estaba con una máscara de oxígeno. Y le dije todo lo que teníamos que decir. Nos despedimos. Sabíamos que quedaba poco tiempo. Por la tarde la vi morir, junto a su hermana. La vi volar.
Bonita entrada. Últimamente voy a mas entierros que bautizos y vas tomando conciencia de algo que hasta hace poco te tocaba de lejos. Los años pasan y conviene tener una visión de la muerte como la que describes. El otro día mi mujer se mareo y perdió el conocimiento por un momento. Fue agónico y me dio que pensar.
ResponderEliminarLa vasca es una sociedad enferma y no veo médico que ni tan siquiera lo diagnostique.
Lo de Cataluña y Vascongadas es un negocio
EliminarEl independentismo lo es. La independencia, no.l
Les vamos a estar pagando pensiones años y años.
Cuídese y valore lo que tiene.
El tiempo "exacto" lo cuenta la cabeza. Pero para el corazón un segundo puede durar un siglo.
Julio Caro Baroja, en los años ochenta, lo diagnosticó en una entrevista cuando le preguntaron sobre el problema vasco:
Eliminar"Mire, joven… lo único que se me ocurre es enviar allí trenes llenos de psiquiatras".
Las analogías entre el nacimiento y la muerte son enormes. Él bebe en el seno materno va viendo como lo que es su mundo (el único que ha conocido) cada vez se va haciendo más pequeño. Donde antes nadaba, flotaba y gozaba, ahora apenas puede moverse. De alguna manera intuye que "eso" se acaba, que más pronto que tarde habrá cambios tremendos. Y en su cerebro, no con palabras, pero si con sensaciones, unas veces sentirá que aquello se acaba para siempre, y otras que hay un mundo exterior. Ese mundo que a veces oye, esas voces que no sabe interpretar muy bien, pero que siente, aunque algunas veces ponga en duda que existan y que no sean producto de su imaginación. Tendrá miedo de lo que pueda encontrarse, en ocasiones con razón si los que le esperan no son los más recomendables, y en otras no tanto si le toca unos padres que le quieran.
ResponderEliminarTambién me ha tocado atender a varios familiares en sus últimos meses de vida ¿a quién no alcanzada una cierta edad? y de alguna manera, lo digan o no, son conscientes de que "esto" se acaba, y tampoco saben -sabemos- que habrá después. En ocasiones pensamos que esto no puede acabarse aquí, que después de esta vida habrá otra, que... y en otras que esto se acaba definitivamente.
También "sentimos" voces del exterior, eso que algunos llamaran conciencia, otros locuciones del Espíritu Santo, otros... pero que a poco que se rece un poco -y aún sin rezar- raro es el que no las ha tenido, aunque seamos muy torpes para interpretarlas, y desde una mente racionalista tendamos a minusvalorarlas o negarlas.
A mí también me gusta pensar, que cuando llegue el momento, y lleguen otras contracciones, estas distintas -o no tanto- de las que todos hemos vivido, una vez pasado el miedo, la angustia e incertidumbre me encontrare con mis seres queridos, con esos que nos precedieron y que en ocasiones echamos mucho de menos, aún cuando no pudiéramos o no supiéramos manifestárselo en vida. Que allí estará Nuestra Señora para protegerme, y que con un poco de suerte me ayudará a meterme por la gatera del corazón de su hijo para salvarme definitivamente (cada uno cree en lo que cree, y yo espero tener a la Virgen y a San José cerca cuando me llegue el momento)
Cuando me da la fase incrédula, pienso si todas esas cosas de la luz al final del túnel, de la que hablan muchos de los que han tenido experiencias cercanas a la muerte, no son en realidad una treta del cerebro que busca algo que se le parezca, y lo mas parecido sea el nacimiento, y por lo tanto veamos "esa luz" al final del túnel por el que salimos cuando nacimos. He tratado de buscar si hay gentes nacidas por cesárea que hablen de esa misma luz al final del túnel pero no he localizado nada.
Nacemos en pelotas y llenos de mierda, y nos iremos de aquí en pelotas y llenos de mierda. Esperemos que, con la misma ternura, que, si tuvimos suerte, nos limpiaron al nacer, nos limpien en el otro lado, y tengamos eso, la posibilidad de limpiarla y purificar el alma de toda la que se nos haya quedado enganchada en el camino.
Muyyyy buen comentario.
EliminarAunque es personal esto de la muerte, mejor que suceda acompañado de quién queremos.
Gracias.
La abuela de mi cuñado falleció a los 106 años.
EliminarPensaba que Dios se había olvidado de ella, tenía visiones del más allá. Mi hermana, que tiene mucho morbo, se sentaba con ella para que se las explicase. Todo era muy pacífico, veía ángeles, señoras vestidas de blanco... cosas así, todo bonito. Mi madre estuvo a punto de morir y nos contó que también es algo dulce: "he visto el túnel", dice. Son buenas personas ¿qué debió sentir Emilio Botín cuando murió en la bañera del apartamento que tenía en su despacho? La muerte nos iguala a todos.
En un momento Dios se acordó de ella y se la llevó.
PS: como cosa divertida, mi hermana envió en el mes de julio a mi sobrina díscola con el software espía para que ayudase a cuidarla (vivía con su hija de ochenta años). Cada dos días cogía el autobús en Pamplona para irse a la playa a San Sebastián. La información lo es todo.
Los adolescentes de hoy son un desastre. No dejéis que se sinceren con vosotros cuando la niña está embarazada o el niño metido en las drogas o tomando vodka con Cacaolat (son así de tontos). Más vale prevenir que curar. Sin piedad, bofetada a tiempo. El amor y la confianza no sirven de nada, esto es algo jerárquico, no romántico. Defensa adelantada y presión, como en el fútbol.
Hay muy pocos niños españoles, no los echemos a perder por un falso pudor, que luego tendrán que pagar nuestras pensiones.
Los marroquís, que van ganando terreno, no tienen ni la mínima intención de cotizar o pagar impuestos. Que ya han hecho la película "Ocho apellidos marroquís", después de los vascos y los catalanes. Ojo. Que además su sepultura está en la tierra, con la cabeza hacia La Meca y sin ataúd. Hasta en esto son un problema.
Muy en desacuerdo. No debes tener hijos por eso de “un bofetón a tiempo…”
EliminarNo todo es la educación de los padres que por otro lado estamos cada vez más desautorizados incluso en los colegios.
Los hijos tienen su libertad, sus amigos (o amigotes), sus malas influencias…y las tortas dadas a tiempo o a destiempo sirven solo para empeorar las cosas. Te lo digo yo que las he dado.
Aquí veo muchas críticas a los padres (por cómo salen los hijos) y tienen toda la pinta de ser hechas por gente que no tiene hijos y no sabe lo que es ser padre hoy en día.
El dormir también tiene cierta analogía con la muerte. Uno "se va", deja de estar presente en el mundo cotidiano... durante unas horas.
ResponderEliminarY los consejos para dormir bien son similares; se dice que el insomnio viene de creerse con razón y no saber admitir que uno puede haber actuado mal con alguien. La soberbia desvela, y "don perfecto" no duerme bien.
La humildad de saber admitir errores y pedir perdón y también perdonar en silencio y una actitud de aceptación de la vida tal cual es, tranquiliza y permite conciliar el sueño.
Yo tengo una teoría sobre los insomnes: hay que tener mucho ojo con ellos. Las peores personas que conozco lo son. Dedican muchas horas a darle vueltas a sus cosas. No dan puntada sin hilo.
EliminarLo primero que pregunto de alguien que conozco es como duerme.
Los Urelles, Oriol, mis jefes de Serunión ... no sigo son muchísimos
Con frecuencia miro una expresión característica de mi madre en una fotografía. Mi madre muerta . Una mirada entre dulce y desamparada. Pienso que la dulzura es inseparable de la pérdida. Pérdida es el verdadero nombre de la ternura.
ResponderEliminarSánchez Dragó aconsejaba: "la muerte es el momento más importante de la vida. Piensa a menudo en eso. Imagínala. Reconcíliate con ella. Deséala. Llévala siempre por compañera".
ResponderEliminarUn autor escribió "la muerte es deshacerse de todo aquello que no es usted".
ResponderEliminar¡Curioso!
EliminarDices que a la gente madura le gusta ver un parto. Qué quieras que te diga, cuando has visto muchos ni fu ni fa. Me interesa más ver cómo se engendran, eso ya no cansa tanto puestos a pedir.
ResponderEliminarYo, la verdad, no he visto ningún parto. El mío, que sí asistí, no me acuerdo de nada. Pero de nada. Y eso que soy muy de fijarme.
EliminarLo de ver cómo se engendra...en fin, a mi ya hasta eso me cansa.Verlo y hacerlo. Me he vuelto muy vago 😃
Anónimo 22:42 tu debes ser de esos que se esconden en la buhardilla y allí ven su vídeo en vhs de "Emanuelle".
Eliminar¿ Pero alguien que lee el Barullo tiene buhardilla?
EliminarMadura!
ResponderEliminar¿ A estas alturas?
EliminarEl tipo que envía comentarios le dice al prota que madure.
EliminarMe descojono!
Este tío es imbécil (el que comenta, no el prota); el prota está zumbado, pero es un buen tipo y Dios a regañadientes le acojerá en su seno.
El supermegacrack que comenta se va al Limbo de cabeza ... Y ya pensaremos cuando te dejamos entrar.
Que no se lo decía a Suso! Te lo decía a ti!
EliminarMadura!
Como aférrimo lector del Barullosusto desde antes de los inicios, quiero expresar mi más enérgica protesta a la deriva de la entrada de ayer (o anteayer, ya a estas horas).
ResponderEliminarParecía un programa de esos de la tele5, de los que no he visto ninguno, ni falta que me hace.
Sólo faltaba que alguien andara preguntando si César se casó con los canzoncillos puestos o sin calzoncillos.