Tuve que soportar durante dos años a un hombre atormentado por su mujer. Era un pesado que se quejaba quincenalmente de los horrores que le infligía su Costilla. Obsesionado, la ponía a caer de un burro.
Un día me la presentó y, la verdad, no me pareció tan así la señora. Lo que sí se percibía en esa pareja era algo plastificado, dispar, desencajado, personas incapaces de ser atadas e integradas en el mismo haz.
Quizás un día lo fueron...El amor es tan fugaz como un verano, y esa embriagante sensación de felicidad narcotizada por tanta nada, y canciones de verano que reclaman mujeres en celo y hombres con ansias de copular en playas y piscinas.
Tan hartico me tenía que le animé a que se separara. Se lo aconsejé después de que me dijera “no voy de putas porque tengo miedo a coger algo...¡pero si llevo sin echar un quiquil's más de tres años!”, me confesó fadado y con gran quebrantamiento.
Era un neurótico.
Y ella. O sea, eran dos neuróticos que habían procreado cuatro criaturas. De las cuatro , uno, estaba para atar. Lo sufrí. El niño se las traía. De los que están en la frontera entre el hiperactivo y el hijo de puta, tan difusa.
Ella hacía lo que hacen muchas neuróticas, chantajeaba, ponía el cebo, usaba el reclamo del corzo para que su venado acudiera presto y solícito....”¡cómo me gustaría que me regalases un reloj que he visto en el Corte Inglés!”...”el marido de Rosa le obsequia con flores todos los día 20 porque se casaron en esa fecha...”...¡y tú...!
Nuestro hombre, de vuelta del trabajo, después de averiguar de manera complicada la fecha de la boda (la había olvidado...¿fue el 4 o el 5 de julio?), compra un peluco pensando que ella le recompensará con una cena con velitas y un revolcón que le alivie de tres años de rociada continencia y, sin embargo, ella las recibe con cara de asco y dice cosas como...
- Da igual, las traes porque te lo pedí yo.
Estas cosas le sucedían al corzo.
Un día de aniversario le regaló un vestido que le costó un pastizal.
Jamás se lo vio puesto.
- Pero la bufanda que le regaló un compañero de trabajo, ¡esa mierda de bufanda!, ¡¡¡no se la quitó en años!!!, ¡¡¡se la ponía hasta en verano!!!
Pero él era igual con ella. Neurótico, digo.
También tenía sus reclamos, sus cebos, y sus trampas.
- Nunca se puso la corbata que le regalé, nunca fue conmigo al teatro, cuando me preocupé por conseguir las entradas para los dos...y un día que le pasé suavemente las manos sobre la cabeza para atusarle cariñosa el pelo?...él me contestó “¡déjame, coño, ¿qué te pasa?
Me dicen que hoy es director de un colegio de padres preocupados por la formación de sus hijos...
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Despiste gordo.
Yo borraria esta entrada. Si esta informacion te la dijo en confianza es mejor que no la hagas pública. Au que no reveles identidades es mejor borrar y así viviras la caeidad y la lealtad. Pero haz lo que quieras...
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