sábado, 18 de julio de 2020

JOSEFA.



Esta señora se llama Josefa.

Es la madre de Manuela.

Es mi madre también.

La veis así, como un personaje de Harry Potter, porque lo es: esta mujer tiene poderes. Es de esas personas que hacen milagros. Tiene noventa y nueve muchos años, una mala salud de hierro, un corazón oceánico, y una fe sin beaterías, ni histerias, ni tonterías.

Sólo os diré que no he conocido nadie como ella. Nadie.

Hoy se nos fue en silencio, mientras dormía.

Ya sabéis la vieja tradición de poner en la mesa un plato de más para un visitante imprevisto. Josefa era así. Fue así antes de conocerme, y así fue siempre: tenía un plato dispuesto a cualquiera que llegase.

Recuerdo una mañana que Legué de trabajar el día de san Valentín y me dice guasona, "ha llegado una carta para ti".

Y encuentro una nota escrita en un papelucho que habría recortado vaya usted a saber cómo, escrita con una caligrafía temblorosa, infantil, pero muy clara, y un dibujo de una candidez de parvulario donde se supone que Manu y yo estamos regalándonos una flor, y leo: "con mucho cariño y mucho amor hoy día de los enamorados , os quiero mucho.

San Valentín".

¡Dios!, ¡qué dentro me llegó ese obsequio!.

Me sentía muy querido por ese corazón de lana.



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