lunes, 25 de enero de 2021

TREINTA Y SEIS JUSTOS.

Me preguntan en la Cruz Roja, donde coy de voluntario los lunes,  si  he tenido hijos. Contesté que no.  Y añadí: "siempre me ha dado mucho  miedo llevar un recién nacido en brazos".


De adulto  sí que  llevé  chavales  como san Cristóbal, el gigante que ayudaba a los caminantes a cruzar el río. Eso no me daba miedo, ni el río, ni los chavales.


Hay una  leyenda judía   que  afirma que en cada época en la tierra aparecen 36 justos. Nadie les conoce, ya que se confunden con la gente normal  y corriente. Llevan a cabo su misión en silencio. Su vocación es   sostener el mundo con la fuerza de su misericordia  y su  compasión.  La leyenda  sigue diciendo que, cuando finalmente mueren, esos justos están tan helados, por haber hecho suya la aflicción de los hombres, que Dios tiene que cobijarlos en sus manos y tenerles allí por espacio de mil años, al objeto de infundirles un poco de calor.

¡ Ojo!: una de las enseñanzas de esta historia  es que ninguna  de esta buena gente  discreta que sostienen el mundo sabe que lo es. No tienen  ni puta idea de su condición heroica.

Son  los hechos anónimos de  personas anónimas : el  chófer de autobús que  te perdona unos céntimos de euro , el tutor que atiende en la preceptoría  de  igual manera a la madre pija y a la madre curranta. El farmaceútico que  te da información de los genéricos,   aquel  que justifica  un mal que le han hecho, el poeta que cuenta con cuidado las sílabas de sus versos, la  de catering que te pone más de lo que debe porque conoce tu situación.... 




Esas acciones son las que sostienen el mundo. Para ellos el bien es algo tan sencillo como mecer una cuna para que un niño se duerma.

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