Me preguntan en la Cruz Roja, donde coy de voluntario los lunes, si he tenido hijos. Contesté que no. Y añadí: "siempre me ha dado mucho miedo llevar un recién nacido en brazos".
De adulto sí que llevé chavales como san Cristóbal, el gigante que ayudaba a los caminantes a cruzar el río. Eso no me daba miedo, ni el río, ni los chavales.
Hay una leyenda judía que afirma que en cada época en la tierra aparecen 36 justos. Nadie les conoce, ya que se confunden con la gente normal y corriente. Llevan a cabo su misión en silencio. Su vocación es sostener el mundo con la fuerza de su misericordia y su compasión. La leyenda sigue diciendo que, cuando finalmente mueren, esos justos están tan helados, por haber hecho suya la aflicción de los hombres, que Dios tiene que cobijarlos en sus manos y tenerles allí por espacio de mil años, al objeto de infundirles un poco de calor.
¡ Ojo!: una de las enseñanzas de esta historia es que ninguna de esta buena gente discreta que sostienen el mundo sabe que lo es. No tienen ni puta idea de su condición heroica.
Son los hechos anónimos de personas anónimas : el chófer de autobús que te perdona unos céntimos de euro , el tutor que atiende en la preceptoría de igual manera a la madre pija y a la madre curranta. El farmaceútico que te da información de los genéricos, aquel que justifica un mal que le han hecho, el poeta que cuenta con cuidado las sílabas de sus versos, la de catering que te pone más de lo que debe porque conoce tu situación....
Esas acciones son las que sostienen el mundo. Para ellos el bien es algo tan sencillo como mecer una cuna para que un niño se duerma.
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