viernes, 10 de diciembre de 2021

ARTIFICIO.

Teoría: cuando veas a alguien muy retocad@, muy engominad@, afectado, o muy artificial, oculta algo que no quiere que se sepa.


A veces el truco resulta tan burdo que no sé entiende qué trata de encubrir. Por ejemplo, un tal X, director de colegio y hombre entregado a Dios en celibato apostólico, que usaba peluquín. Pero era tan evidente la condición del “postizo”...como si se pusiese un calzoncillo en la cabeza.

Es como una teladearaña al amanecer, cuando se ve la trampa, en teoría invisible a los insectos, toda ella en su esplendor, iluminada y perlada de gotas brillantes y rutilantes  del rocío mañanero, como avisando a las moscas :”¡¡¡HEYYYY, AQUÍ HAY UNA TELA DE ARAÑA INVISIBLE!!!”.

Pues lo mismo: la gracia de llevar bisoñé está en que no se nota que lo llevas. 

¿Qué pretendía camuflar nuestro hombre...¿que era calvo?. ¿Y para eso se colocaba un transpantojo en la cabeza, una barahunda de pingajos herrumbrosos y cardenillos?.

Se le  distinguía tanto la trampa con la que ocultaba su condición de mondo y lirondo que mejor sería ir descapotado.

Ese hombre tenía muchos misterios sin resolver para mi.

El otro, fuera parte del cairel, era su afición a fumar Piper mentolado con boquilla. A ver, cada uno es muy libre de fumar lo que quiera...¿PERO PIPER MENTOLADO CON BOQUILLAAAA?.

Y ya no digamos Piper mentolado con boquilla y peluquín...

Sólo he conocido dos tipos que fumaban Piper mentolado, y los dos muy raros. Uno por tralarala, y el otro por anacrónico. Al tralarala se le quedaba pegada en la boca una salivilla blanca que le hacía la goma entre el labio superior y el inferior. Cuando hablaba resultaba inquietante.

Otros defectos se han conseguido arreglar gracias a la cirugía.

También los de los calvos. En Lérida hay un prestigioso abogado que presume de unos injertos que le colocaron en la cabeza de pelos del cojón de arriba, y del cojón de abajo, que no son dos pueblos.

Y , la verdad, se nota. No hacía falta que lo aclarara: eran unos caracolilletes craneales que manifestaban bien a las claras su procedencia, su condición de dídimos alarebolé.

Otro que tuvo una trasformación prodigiosa fue un profesor de un colegio que tenía orejas de soplillo. El hombre lo pasaba muy mal, aunque las camuflaba en un peinado a lo paje garçon y, hombre, ya tenía una edad que como que no. Con cincuenta años peinarte a lo Beatle...

No estaba ni para la cola de los Reyes Magos para recoger la carta.

Un día se operó , y llegó al colegio en su nueva versión “estén mis oídos atentos a la voz de tu suplica”.

El cambio fue brutal. Era otro hombre.

Pero, claro, fue tan instantáneo, que todo el mundo le preguntaba...¡hala,!, ¿y el casco?...¡hala!, ¿qué te has hecho?,¡estás distinto!...¡hala!, ¿y el flequillo?...¡hala!, no sé...has cambiado en algo...¡hala!,¡eres otro!, es del pelo, pero...

Y el pobre se ponía colorado pimiento rojo tomate...

Al final, tanto cachondeo a cuenta del flequillo, un chaval se llevo un soplamocos guapo, y asunto solucionado.Ya no se habló más del asunto.



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