Fumé desde los ocho años. Llegué a consumir unos 40 / 50 cigarrillos por día durante cincuenta años.
Eso hacen un total de más de un millón de cigarrillos. Una cantidad de humo como para oscurecer el cielo de Barcelona. Una barbaridad de colillas que amontonadas harían un Everest de nicotina y mierda.
Sabía que era perjudicial, y no paraba. Que cada uno viva y muera como le plazca. Pensaba, "sí , es perjudicial , ¿y qué?”. Disfrutaba del fumar.
¡ La de buenas historias que podría escribir sobre el fumeteo! Mi mayor placer era fumar en lugares prohibidos : cines, trenes, confesionarios, en clase...hasta fui detenido por fumar en un avión ( en el vuelo a Guatemala).
Hace ocho años y medio dejé de fumar. Fue en Guatemala. Estaba ascendiendo a una aldea en la selva, en medio de lluvia . El barro me hacía caer y no podía respirar .
Una monja , con sandalias, medio descalza, de unos 65 años me agarró la mano y tiró de mi una y otra vez hasta llegar a la aldea.
Y allí tomé la decisión: " hasta aquí he llegado, a mi una monjita no me hace esto ...dejo de fumar ya "
Y ya está. No hubo mono. No hubo efectos secundarios. No necesité ayuda de ningún tipo.
Tengo un carácter muy adictivo, mucho.
¿ Un milagro?...pues sí, un milagro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario