domingo, 26 de diciembre de 2021

LA RECETA DE LA ABUELA.

Se  lo  oí contar  al dueño de un mesón  de Binéfar,  pueblo de  Huesca .


Su abuela  hacía  la matanza del cerdo, los  pollos, y aves  del corral ,  con tal arte  , delicadeza, y finura, que venían de  "lejanas tierras"  a  probar sus viandas. 

-  Aquí  ha  venido  gente muy   principal de Madrid  sólo  para comer los  guisos  que preparaba  mi abuela.

La  abuela, antes de cortar el pescuezo  y rajar al cerdo, o al bicho de  la  corrala, les cantaba  jotas.

-  Oye, unas  joticas  que te  rompían el alma , porque eran letras de amor  muy  sentidas. Tenías  que ver  qué mimo  ponía  , ¡qué dulzura!. 

Para  ese  hombre  la voz  de su abuela no sólo amansaba  las fieras, también hacía  la carne  más digestiva.

Ante mi  incredulidad por semejante  manera de preparar  un  cocido, hizo  llamar a  un camarero  para  que fuese él en persona, y con sus  propias "palabricas", los  extraordinarios  hechos que  me estaba contando.

- Ya  lo  puede  creer, ya, que  era  medio bruja esa  mujer.

La  verdad  es  que  los que saben de  esto   afirman  que cuando un cerdo, un conejo, un ciervo o una perdiz son abatidos al final de la ciega huida con un escopetazo y el cazador recoge los respectivos cadáveres descubre que los músculos de estas criaturas se hallan petrificados por el ácido, inundados de adrenalina que ha segregado el terror , o el esfuerzo por una salvación desesperada. El  miedo  los  endurece. 

Antes de servirlos en el plato previamente los cocineros  orean, maceran y adoban  estos despojos durante varios días hasta que alcancen cierto grado que  sea comestible. La violencia no engendra buenos solomilos. 

Nada hay como escuchar  una  jotica que hable de amor mientras el cerdo, el pollo, el corderico, está al pie de la puntilla y suena "Que la  nieve ardía".

Uno se  imagina  bajo la meliflua  voz de  la yaya , antes de   que  le  corte  el pescuezo , a la bestia soñando  con prados húmedos, poniendo  los ojos en blanco recordando a  su cerdita rosa , ablandándose románticamente las vísceras, aflojando  la cerviz y de pronto , ¡ zaca!, la hoja del cuchillo  penetra en su nuca junto con " ¡¡¡soñé que me  queríiíííaaaa!!!!" . 

- Después, entrábamos  todos a  descuartizar las culatas de ternera, las cabezas cercenadas, las costillas trinchadas, los menudillos clasificados.

- ¿Y  qué  sucedió ?.

- Pues  que  la abuela se  murió. Y  por  más  que busqué, y  llamé, y entrevisté,  no  hubo forma de  encontrar nadie  que  cantara antes de  la matanza. . Hasta   hubo  un cocinero  que me dijo que él mariconadas  no hacía. 

Una  hermosa  manera  de morir:  escuchando una canción de amor. Si mueres  soñando  tu carne  estará  llena de música.



2 comentarios:

  1. Joder Suso, con tu cuentico ha venido a mi memoria mi boda (la primera): música celestial que hizo que me relajara y ofreciera mi más sentida y dulce sonrisa cuando recibí el rejonazo; pero ya me he recuperado.
    Fuerte abrazo navideño.

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