Al final resulta que nos han dotado a las personas, incluso a las más exquisitas y poderosas , del mismo impulso.
Hasta ahora no ha podido ser controlado por la cultura , el Código Penal ,ni por la religión con el pecado y la amenaza del infierno.
En la rejilla del confesionario se susurran los mismos pecadotes.
El sexo , que produce placer y desolación, neurosis y felicidad, atracción y repulsa, violencia y ternura, amor y perversión.
Ese instinto básico rompe todas las barreras del honor y del prestigio social; asoma por debajo de los ornamentos sagrados, de las togas de los jueces, de los uniformes más entorchados.
El albañal del sexo lo comparten papas y cardenales, artistas consagrados de Hollywood y académicos del Premio Nobel con las manadas de los lobos violadores.
A cualquier personaje lo puede convertir en un salvaje o sumirlo en el ridículo. El sexo hace débiles a los poderosos, puesto que los deja desguarnecidos a merced de espías, conspiradores y chantajistas.
En cambio, qué pocos confiesan su codicia su envidia, su orgullo su soberbia.
Nos arrepentirnos de los pecados más disculpables...si lo son.
El sexo es, creo, lo más divertido. Pero tiene un inconveniente: sólo es divertido cuando nos sorprende, y sólo nos sorprende cuando es novedoso o prohibido, quizá el más delicioso (no hablo de prohibición legal o penal, jamás tolerable sin matiz alguno). Los cuerpos nuevos, los rincones inexplorados, los secretos y miradas cómplices....Felicísimo y divertido 2022: que folléis mucho y bien.
ResponderEliminarPues sí. Qué complicado...
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