Un león demuestra que es un león porque duerme y se aparea, lame y juega con sus crías o da coletazos a las moscas; un león cuya vida consista solo en atacar, sacar las garras y mostrarse feroz es un león muy sospechoso: quizá tenga un complejo, quizá no sea un león.
Cuando Adorno visitó Sils Maria, años después de la muerte de Nietzsche, en busca de sus huellas, se encontró para su sorpresa con que los lugareños lo recordaban con mucha lástima.
Al parecer, Nietzsche era víctima de las gamberradas de los niños del lugar, que llenaban de piedras su paraguas rojo, el que utilizaba para guarecerse de los rayos del sol, de forma que cuando lo abría todas las piedras caían sobre su cabeza.
Aquel filósofo entonces se enojaba y, empuñando su paraguas, amenazaba y trataba de golpear a los niños, pero solo conseguía aumentar sus mofas porque, en aquellos tiempos, ya estaba casi ciego y los paraguazos se perdían en el aire.
¡ Unos críos le hacían mobbing al filósofo del superhombre y la voluntad de poder, al predicador de la fuerza, la cólera y la venganza, el mismo que en Ecce Homo se proclamaba pariente de Julio César y Alejandro Magno!
¡Menudo león de peluche era aquel pobre Friedrich Nietzsche!
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