Una anécdota leída en alguna parte: varios visitantes del Guggenheim de Bilbao contemplan una silla con la concentración reverencial de quien intenta descifrar las honduras de una obra de arte moderno.
En eso llega un bedel que se sienta y abre el Marca.
Otra anécdota: en el Tate, en Londres, una señora de la limpieza , Paqui Churchs encontró en una sala una bolsa de basura y claro, la recogió con el mocho, y la tiró mientras cantaba Yelow Submarine.
Hubo que rescatarla del vertedero –la bolsa, no a la limpiadora. Al parecer no era basura, sino, un montaje de enorme importancia artística y título absolutamente pedante.
He discutido con gente del arte y de la arquitectura sobre este tema y te dicen que cuando veas una obra así no te tienes que preguntar nada. Déjate llevar.
Yo creo que cualquier espectador no puede soportar sentirse inferior, como tratado como un idiota, si no comprende una obra. Aunque no te preguntes nada y te dejes llevar, coño.
Yo tiraría al cubo de la basura muchas cosas que no me gustan del arte, de la literatura, del cine, de la política...hay días que me tiraría yo mismo.
En realidad es lo del rey desnudo: "eso no es una obra de arte, es una mierda".
Pero como hay toda una industria que avala a través de los críticos comprados por las editoriales, las productoras, la prensa escrita o digital, toda es porquería, negar su genialidad resulta demasiado audaz.
A ver si diciendo que esto es una bolsa de basura quedo como un gilipllas. De este complejo del espectador vive el arte moderno, pero también la literatura: hay obras tan impuestas por el canon que nadie tiene cojones para tirarlas al cubo de basura.
Un ejemplo, cualquier novela de Javier Marías.
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