domingo, 7 de febrero de 2016

LA COSA FUE MÁS O MENOS ASÍ.

La  cosa  fue más o menos  así: 

La taza de camomila humeaba bajo su nariz y este hombre ya maduro un día mojó en ella una magdalena que se disolvió en varias migas dentro de la cucharilla. La elevó a los labios y no sucedió nada la primera vez. Tampoco la segunda. Pero a la tercera aquellas migas produjeron un efecto extraño. El sabor de la magdalena le abrió un alveolo del subconsciente donde la esencia del tiempo se hallaba sumergida. 

De pronto su sabor le trasportó a otra magdalena lejana que, de niño, su tía Leontie le daba en Combrey y a partir de ese perfume comenzaron a abrirse espacios de la vieja casa con sus voces, rostros, muebles, paisajes, todo un tiempo que se había perdido en la memoria.

La  magdalena de Proust  es una  metáfora  de  nosotros  mismos.

Pasa  un  hombre  por el pasillo del AVE y en  su revuelo, deja una estela perfumada a Floïd , y recuerdo a mi padre  afeitándose  por la mañana.

Veo una  foto antigua de  chocolate Elgorriaga  y  veo una barra de pan abierta por medio con una  tableta metida a presión entre las migas. Y mi madre.

 Un  adolescente  con granos , con una sexualidad  desordenada y enfermiza , se encierra en una buhardilla en el Hotel Vidaller   a hojear  números retrasados de Burda, y sus fotografías de señoras maduras en ropa interior. El olor de esas cuatro paredes  lo tengo en la nuca.

Un maquillaje, Elisabeth Arden, número 1, me ha hecho llorar en medio del Corte Inglés.

 Hay  calles de Barcelona que son memoria de mis pecados, de la vergüenza.

A Dios  lo tengo  muy dentro, y me  huele a velas que se apagan, a oscuridad, a "¡joder qué desastre!" .

María tiene perfume de flores, canciones,  y  esperanza.

Hay mujeres  que me huelen a aventura, otras a amor.

Todos  llevamos en  la nuca esos olores  que despiertan lo  mejor  y lo peor  de  nosotros  mismos: la iglesia,la casa de putas,el colegio, la primera  novia, nuestro primer muerto,  aquel  trabajo, el aula  infantil con los cristales de las ventanas empapados de  vaho....incluso el de esos  pecados que aún nadie sabe que  hiciste, que están agazapados en  lo más oscuro de tu  conciencia.

Todos  hemos ido   hilando poco a poco nuestro  capullo de oro como un gusano hasta que al final se convierte  en la crisálida más evanescente que hayas  podido  soñar. 

En Proust  todo  fue  por una Magdalena, y en ti vete  a saber qué.

Pero ,  seas  como seas, no  olvides  que todos te vemos con simpatía, que no has hecho nada   de lo que tengas  que avergonzarte, y que a Dios  ya  sabe  lo que  necesitas antes de  que se  lo  pidas.

Y también llevamos   herrada  en el costillar la  marca de  una ideología, de una religión que no es, de una familia , grabada a fuego desde bien pequeños. 

A veces  pienso  que   ser feliz consiste en no darse cuenta de que uno está viviendo. O, al revés, estar viviendo sin darte  cuenta  , observar la magia   de ese rostro, de aquel  paisaje, de una palabra  descubierta al azar, o de ese  aroma.

Es  como cuando  uno vivía  y  no tenías  conciencia . Antes de  que me dijeran "esto es pecado, se llama  "pensamiento impuro", o esa cosita no se toca, o cualquiera de las normas  que me tatuaron en la nuca de  la  conciencia para siempre  .

Cuando era como  Adán antes  de  la caída  ,  un chimpancé inmortal que iba de rama en rama comiendo  bajo la complacida mirada de Dios. No le sucedía nada, de modo que en esa etapa de inocencia ese hombre era muy feliz, e  iba tan  pancho   ante un paisaje de escaparate de  Viajes Halcón.

Cuando  mi memoria se confundía con la sonrisa de mi madre , o la voz de mi padre llorando al cantar "La Paloma", y Dios era un padre bueno , buenísimo , y María me quería  sin echarme  en cara  mis trastadas.

¿Cuándo he sido  realmente feliz? Sin duda durante esos años, en que no me  pasó nada. Ni bueno, ni malo. Esos paréntesis  cerebrales sin historia constituyen la   felicidad. 

Tal vez  el vago recuerdo  de aquellos días  en primaria, una esfumada imagen de un chaval besando  su imagen en el espejo de la adolescencia,  el recuerdo del perfume en el cine Venecia , la canción de moda de un verano , probablemente sería Mami blue , que sonaba en las  fiestas de Bielsa , el roce de la goma del sostén de una muchacha cuyo  nombre olvidé. 

O la silueta anfibia  que tirita en el río de mi  memoria y que se ha ido con el viento. Esa  lluvia   de la tormenta de verano , que desaguaban los canelones del  del Hotel Vidaller,  mientras leía en un trastero números retrasados  del Reader Digest .

 La felicidad suele involucrarse con la nostalgia, pero no es la nostalgia, sino el lado oculto de la conciencia, esa  zorra que alguien prostituyó cuando era un crío.

Si me preguntas qué  busco , te diré que quiero morir  y estar contigo para siempre.

Lo demás, bueno, importa  más o  menos.

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