La cosa fue más o menos así:
La taza de camomila humeaba bajo su nariz y este hombre ya maduro un día mojó en ella una magdalena que se disolvió en varias migas dentro de la cucharilla. La elevó a los labios y no sucedió nada la primera vez. Tampoco la segunda. Pero a la tercera aquellas migas produjeron un efecto extraño. El sabor de la magdalena le abrió un alveolo del subconsciente donde la esencia del tiempo se hallaba sumergida.
De pronto su sabor le trasportó a otra magdalena lejana que, de niño, su tía Leontie le daba en Combrey y a partir de ese perfume comenzaron a abrirse espacios de la vieja casa con sus voces, rostros, muebles, paisajes, todo un tiempo que se había perdido en la memoria.
La magdalena de Proust es una metáfora de nosotros mismos.
Pasa un hombre por el pasillo del AVE y en su revuelo, deja una estela perfumada a Floïd , y recuerdo a mi padre afeitándose por la mañana.
Veo una foto antigua de chocolate Elgorriaga y veo una barra de pan abierta por medio con una tableta metida a presión entre las migas. Y mi madre.
Un adolescente con granos , con una sexualidad desordenada y enfermiza , se encierra en una buhardilla en el Hotel Vidaller a hojear números retrasados de Burda, y sus fotografías de señoras maduras en ropa interior. El olor de esas cuatro paredes lo tengo en la nuca.
Un maquillaje, Elisabeth Arden, número 1, me ha hecho llorar en medio del Corte Inglés.
Hay calles de Barcelona que son memoria de mis pecados, de la vergüenza.
A Dios lo tengo muy dentro, y me huele a velas que se apagan, a oscuridad, a "¡joder qué desastre!" .
María tiene perfume de flores, canciones, y esperanza.
Hay mujeres que me huelen a aventura, otras a amor.
Todos llevamos en la nuca esos olores que despiertan lo mejor y lo peor de nosotros mismos: la iglesia,la casa de putas,el colegio, la primera novia, nuestro primer muerto, aquel trabajo, el aula infantil con los cristales de las ventanas empapados de vaho....incluso el de esos pecados que aún nadie sabe que hiciste, que están agazapados en lo más oscuro de tu conciencia.
Todos hemos ido hilando poco a poco nuestro capullo de oro como un gusano hasta que al final se convierte en la crisálida más evanescente que hayas podido soñar.
En Proust todo fue por una Magdalena, y en ti vete a saber qué.
Pero , seas como seas, no olvides que todos te vemos con simpatía, que no has hecho nada de lo que tengas que avergonzarte, y que a Dios ya sabe lo que necesitas antes de que se lo pidas.
Y también llevamos herrada en el costillar la marca de una ideología, de una religión que no es, de una familia , grabada a fuego desde bien pequeños.
A veces pienso que ser feliz consiste en no darse cuenta de que uno está viviendo. O, al revés, estar viviendo sin darte cuenta , observar la magia de ese rostro, de aquel paisaje, de una palabra descubierta al azar, o de ese aroma.
Es como cuando uno vivía y no tenías conciencia . Antes de que me dijeran "esto es pecado, se llama "pensamiento impuro", o esa cosita no se toca, o cualquiera de las normas que me tatuaron en la nuca de la conciencia para siempre .
Cuando era como Adán antes de la caída , un chimpancé inmortal que iba de rama en rama comiendo bajo la complacida mirada de Dios. No le sucedía nada, de modo que en esa etapa de inocencia ese hombre era muy feliz, e iba tan pancho ante un paisaje de escaparate de Viajes Halcón.
Cuando mi memoria se confundía con la sonrisa de mi madre , o la voz de mi padre llorando al cantar "La Paloma", y Dios era un padre bueno , buenísimo , y María me quería sin echarme en cara mis trastadas.
¿Cuándo he sido realmente feliz? Sin duda durante esos años, en que no me pasó nada. Ni bueno, ni malo. Esos paréntesis cerebrales sin historia constituyen la felicidad.
Tal vez el vago recuerdo de aquellos días en primaria, una esfumada imagen de un chaval besando su imagen en el espejo de la adolescencia, el recuerdo del perfume en el cine Venecia , la canción de moda de un verano , probablemente sería Mami blue , que sonaba en las fiestas de Bielsa , el roce de la goma del sostén de una muchacha cuyo nombre olvidé.
O la silueta anfibia que tirita en el río de mi memoria y que se ha ido con el viento. Esa lluvia de la tormenta de verano , que desaguaban los canelones del del Hotel Vidaller, mientras leía en un trastero números retrasados del Reader Digest .
La felicidad suele involucrarse con la nostalgia, pero no es la nostalgia, sino el lado oculto de la conciencia, esa zorra que alguien prostituyó cuando era un crío.
Si me preguntas qué busco , te diré que quiero morir y estar contigo para siempre.
Lo demás, bueno, importa más o menos.
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