viernes, 5 de febrero de 2016

MICRORELATOS EN BUSCA DE UN AUTOR.

No fue  Monteroso  el que escribió el  cuento más corto del mundo. Hay al menos tres microrrelatos más breves que ese de siete palabras.

 De José Antonio Martín es : “Había una vez un colorín colorado”. También en seis, Max Aub resume: “Lo maté porque era de Vinaroz”.

Con nueve, Juan José Arreola resume toda una novela: “La mujer que amé se ha convertido en fantasma”. Gabriel Jiénez   crea, con sólo diez, una atmósfera fantástica: “Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello”. 

En doce, Antonio Canedo sugirió: “Mientras Adán dormía alguien se acercó sigilosamente y le arrebató una costilla”. También en doce David Acebey resumió: “Nunca pude alcanzar al amor de mi vida. ¡Cómo corría la condenada!”. 

En dieciséis, Antón Chejov describe: “Un hombre, en Montecarlo, va al casino, gana un millón, vuelve a su casa, se suicida”. 

En veintitrés, el propio Arreola contó: “En un lugar solitario cuyo nombre no viene al caso hubo un hombre que se pasó la vida eludiendo a la mujer concreta”. 

En veintisiete, Thomas Bailey sintetizó: “Una mujer está sentada sola en su casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros seres han muerto. Golpean a la puerta”.

Las greguerías de Ramón Gómez de la Serna también son ejemplos de cuentos cortos. Tiene una insuperable: “Aquella niebla fue tan fuerte que cuando pasó había borrado los rótulos de las tiendas”. Y otra de sólo seis palabras, genial: “El beso es hambre de inmortalidad”. 

A mi se me ocurre este microrelato: "nació muerto". O este otro: "Vivió con  fianza confiada" 

La verdad es que nadie sabe cómo debe ser un cuento. El escritor que lo sabe es un mal cuentista, y al segundo cuento se le nota que sabe, y entonces todo suena falso y aburrido y fullero.

De todas  formas, los microrelatos  siguen buscando  su autor.



3 comentarios:

  1. Llegué tarde a mi propio entierro.
    Ahora vago por tierra de nadie.

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  2. Vine al mundo horas antes de nacer.
    Y ahora, no encuentro mi alma.

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  3. Este microrrelato de Ernest Hemingway –quien por cierto tenía un cierto aire de Suso con barba– es muy tremendo, porque el tono aséptico y telegráfico del anuncio de periódico realza por contraste con la triste historia que le sirve de trasfondo:

    "Vendo zapatos de bebé sin usar".

    “For Sale: Baby shoes, never worn.”

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