Fue mi primera experiencia real de aterrizar en la casa de un rico. Un rico de verdad. Llamé al timbre y me abrió la puerta un mayordormo con librea. Un hombre con cara de Baldomero Netol. La perfecta caricatura de estos seres de una cortesía algo artificial. Una de esas personas que parece que tienen dos certezas: he nacido, y tengo que morir.
En medio de esas dos certezas a mi me tocó hacerme pasar a un salón y esperar a la señora. Yo era el preceptor del pequeño de catorce hermanos.
Estaba rodeado de un Rembrandt, un Greco, y una colección de obras de arte que a mi, con apenas veinticuatro años, se me escapaban.
Llegó la señora. Me pareció que era la hermana pija de la actriz Lola Gaos. Una mujer alta , flaca, ojos y maneras educadas en Suiza, que saben mirar con sonrisa de hielo,arrugada a fuerza de sonreíres forzados, enjuta, de genio y casta .
Esa mujer le pasaba como alguno de los cuadros que le complementaban la casa. Quiero decir que los cuadros también tienen historia. Algunos envejecen muy mal, como me pareció que sucedía con esta mujer .
El tiempo se posa en la pintura lo mismo que en la biografía de algunas personas.
La historia que vive una obra de arte, las manos por las que haya pasado, la codicia que haya despertado, la emoción estética o los deseos de belleza que haya generado en sus sucesivos propietarios son tan importantes para su carácter como las pasiones o desgracias que nos conforman.
En ella vi toda la tristeza de una biografía donde se mezclaba el sexo egoísta de su avaricioso y egoísta progenitor, la codicia de un marido con una conciencia atormentada, una incapacidad para entender la debilidad y, sobre todo, una máscara de una superficialidad aterradora.
Cuando me marché el mayordomo todavía estaba allí.
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AQUÍ, EN LO SECRETO: LA TRABUCA DEL TRANVÍA
Uyuy, llámame malpensada, Suso, pero ese mayordomo le limpiaba las telarañas a la señora???
ResponderEliminarPues, oiga, ¡todo puede ser!
EliminarGusto encontrarte aquí