lunes, 15 de febrero de 2016

PARÁBOLA DEL COYOTE Y CORRECAMINOS.

A veces   uno se pregunta :  ¿Como puede ser posible que?… “ese chaparro que le huelen los pies ,  bizco, que tiene un ojo para leer y otro para repasar , se lleve la más guapa de  la clase?” , “que la   chica mona siempre consiga lo que quiere” “que le den el trabajo al primer imbécil que pasó  por la empresa y no al más capacitado” “que uno siembre el árbol y otros se coman la cosecha” Hechos insólitos. 

En fin, ironías de la existencia.

 “El coyote y el correcaminos”.

Recuerdo las tardes  viendo  al Correcaminos (conocido también como el Accelleratii Incredibus) y al  humilde y modesto coyote de campo desértico  (o según la nomenclatura de la Warner, Carnivorous Vulgaris). 

El Coyote y el correcaminos. La  vida  misma.

Una metáfora para todo aquellos  que nos damos de bruces en la vida. Los que caemos a plomo- después de sonreír al público suspendidos unos segundos en el aire-  en el precipicio: y con nosotros caen todas nuestras ilusiones, sueños, expectativas , nuestros amores  

El mismo precipicio por el que el Coyote caía acompañado por un silbido y  era acogido por una nube de polvo al caer al fondo del barranco .

Y el Correcaminos , ¡ese pollo azul , ¡bi bi!, lograba escapar. 

Ironías de la vida. La ley del más fuerte contra el más imbécil.

El Coyote es un tipo audaz, astuto e ilustrado en ciencias varias como macroeconomía y recursos humanos. Posee doctorados en ciencias políticas, técnicas empresariales, telecomunicaciones, ingeniería civil, química industrial, física quántica , transpoerte urgente, y uno que otro cursillo de origami y comida rusa para animales desierticos de tercer grado.

De otro modo , y sin ser McGyver , ¿cómo diablos un coyote consigue alguien armar una bomba con piezas ACME con la rapidez de un ingeniero chino? Además, no solo es un genio de la ingeniería mecánica, sino que también habla siete idiomas, de los cuales seis están muertos y el séptimo es una especie de lenguaje carcelario que sólo dominan su persona, de ahí que no diga una palabra en la pantalla.


Respecto al Correcaminos…que podemos decir… es tan sólo un maldito avestruz con plumas azules que tiene el coeficiente intelectual de una ameba  y que no sabe hacer otra cosa más que correr por los caminos… Tipo estupido, imbecil, hijo de papi y mami que no posee una pizca de sentido común sobre lo que cuestan las cosas en la vida.

No se le conoce un mal gesto, ni una sonrisa. Parece disecado.

Y así se inicia la paradoja. La lucha siniestra del ser humano trabajador y emprendedor contra el estado y la estupidez de los demás. La iniciativa del autónomo contra la corrupción.  El duelo disparejo. 

Y la pregunta del millón ¿Por qué el Coyote, siendo tan listo, no se iba a comer a un restaurante tailandés dónde le sirviesen un poco avestruz? 

Pues porque  El Correcaminos es el Everest del Coyote. Su máxima aspiración, la culminación de los deseos de cualquier coyote mortal. 

El Correcaminos… como lo mencionamos anteriormente solo corre caminos emitiendo desquiciantes zumbidos ultrasónicos que destrozan el plancton marino y joden la cadena alimenticia. Estúpido y desorientado ser que a pesar de lo ilustrado de los planes del Coyote, logra sobrevivir, esquivando sus ingeniosas trampas por pura y mera chiripa. Pura   potra.

El más listo y voluntarioso cae por el precipicio mientras el Correcaminos quedaba encumbrado por su graciosa estupidez . La tragedia diaria convertida en comedia infantil. Porque así es la vida.

En este mundo, muchos somos como el coyote. Creyendo que la inteligencia, la sensibilidad o el esfuerzo son lo que nos recompensará con dulces frutos cuando nuestras simientes broten, pero seguimos viendo como ese orondo animal de bellota y plumas azules (jefe, compañero, o bizco ojos guachos de azar) se come los frutos que con tanto esfuerzo hemos intentado cosechar.

La filosofía de la vida convertida en una infantil metáfora de dibujos animados. 

La pertinaz persecución del Coyote en pos del Correcaminos es el símbolo de la perseverancia humana, la voluntad de perseguir aquellas metas que  parecen inalcanzables , la búsqueda de una compañía  que nos dé calor en las noches frías en el desierto.

El  correcaminos  se goza y burla de los fracasos de los demás. Es un cabronazo.

Un coyote que a pesar de los golpes, fracasos y desánimos no se da por vencido. Que lucha por lo que quiere. Que sabe que la certeza de que el mundo gira gracias a aquellos que no se dejaron amilanar por las creencias mayoritarias, y que persiguieron SU verdad esquivando toda adversidad y oposición.

El Coyote es la esperanza de aquellos que siguen creyendo que la inteligencia, y esfuerzo, la simpatía, el optimismo, la sonrisa en la derrota , son las armas con las que el ser humano lleva  cuando sale cada mañana al mundo, y trata incansablemente de alcanzar sus sueños. Para conseguir sus metas. Para atrapar a su Correcaminos.

Porque algún día tarde o temprano dejará de correr ese pollo de mierda … y ese díA…ese   día será el día que le reventaremos el  culo a patadas.

Sigue corriendo Coyote… Sigue corriendo…





2 comentarios:

  1. Pobre Coyote.
    Treinta años en la misma empresa dándolo todo: servicio, buenos números, credibilidad, experiencia, gestión e imagen corporativa. Un empleado fiel, ejemplar y sobre todo rentable.
    El cabrón del Correcaminos, familiar del jefe e ingeniero, se pone a jugar con la empresa al Monopoly. Todo se le consiente, hasta que tumba el capital económico. Entonces, ávido de sangre, tumba el capital humano.
    Ere, Erte y suspensión de pagos. El camino humeante del Correcaminos.
    ...
    Y el capullo del Coyote tiene que empezar de cero por cuarta o quinta vez, que ya he perdido la cuenta.
    Fiuuuuuuuuuu !
    PUMBA !

    Costalá en el fondo del barrancal.
    La vida, es estado puro.

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  2. En mi adolescencia y primera juventud, los personajes de dibujos animados de Hanna Barrera que me inspiraron y me ayudaron a categorizar los tipos humanos que me iba encontrando fueron "Leoncio el León y Tristón".

    Leoncio era el paradigma de tío triunfador, un devorador de la vida cuya barba leonina era una metáfora plástica de su irradiación de positividad. Un tío de dientes inmaculados y vistosos, de anuncio de colgate, emprendedor e infatigable, que incluso cuando se pegaba un tortazo salía sonriente mirando a la cámara.

    Tristón era el prototipo del amargado: un pobre tipo encorbado y ensimismado, narigudo, sin hombros y miope, con los ojos achinados siempre prestos a echarse a llorar, y que con sus malos augurios convocaba la desventura. Tristón era el paradigma del desalentado, del pobre hombre que se pregunta: "¿Qué nueva cosa horrible me pasará a continuación?" Famosa se hizo su sempiterna expresión: "¡Oh cielos, qué horror!" Luego en la vida me he encontrado algunos tipos así -incluyéndome a mí mismo-, que para ganar tiempo anticipan la catástrofe antes de que ésta se produzca: una vez que desde el comienzo se presagia que el desastre será inevitable, esperar a que llegue es perder el tiempo. Éste es el pírrico sentido práctico del que disponemos los amargados. El "patrullero Mancuso", personaje de la recomendabilísima novela "La conjura de los necios" -que durante los ochenta fue una biblia para muchos de nosotros-, obedece también al tipo Tristón.

    Siempre me pregunté dónde habían coincidido por primera vez, y sobre todo, qué es lo que les mantenía juntos.

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