sábado, 13 de febrero de 2016

AUNQUE MUERA, VIVIRÁ.

Dice  Jesucristo en el Evangelio según San Juan: "Yo soy la resurrección y la vida. El que crea en mí, aunque muera, vivirá". 

Me gustaría interiorizar esas palabras y tener la misma fe que Abraham, que no dudó en sacrificar a su hijo cuando Dios se lo pidió, aunque al final un  ángel detuvo su cuchillo.

Muchos  no sacrificaríamos el amor de nuestra vida por mucho que nos lo pidiera Dios.

¿Por qué no me  sacrificas a mi?

La pregunta es: si Dios es amor, ¿por qué consiente el mal?

Educado en una familia extremadamente católica, y en un colegio recalcitrantemente ortodoxo  , siempre me he interrogado sobre el sentido del mal. Pero nunca he encontrado una respuesta convincente a esta cuestión.

Vivimos en la incertidumbre  ante un azar que nos puede castigar cruelmente y del cual dependen nuestras vidas.  No somos conscientes de que tomar el rumbo de una calle en un cruce puede significar la diferencia entre vivir o morir.

Esto es lo que me sucedió de regreso   de  una excursión del Posets : podríamos haber muerto seis chavales y yo , y nos fue  por un pelo.

El azar es inescrutable como también la muerte, que nos lo arrebata todo. La muerte es democrática, nos iguala a ricos y pobres, tontos y listos. Y nadie puede engañarla ni sortearla, como hace el caballero medieval que la entretiene con una partida de ajedrez en 'El séptimo sello', la película de Ingmar Bergman.

La muerte sigue siendo el gran misterio que jamás tendrá respuesta porque nadie ha vuelto del más allá para contar su experiencia. Por el contrario, nuestros sentidos nos indican que la muerte es la aniquilación del cuerpo y la conciencia.

Pero  somos  muchos  los que hemos vivido experiencias  de los que nos dejaron que permiten pensar que  algo hay, aunque no sabemos qué, ni como.

La resurrección ha inspirado relatos cinematográficos tan sublimes como 'Ordet', el film de Dreyer, o composiciones musicales excelsas como las cantatas de Bach. Para mi son algo más  que  un noble intento de hacer soportable la muerte y de alentar a los vivos. El arte es la frontera entre el  puro consuelo , al igual que la escritura,  y nuestra parte espiritual.

Yo escribo para desahogarme, para encontrar un sentido a la existencia, para dejar algo aunque sea insignificante tras la muerte.  Para no partirle  la cara a alguien, para no irme de bareta.

Escucho  ese "recuerda hombre que eres polvo y al polvo volverás".Hubo un tiempo que me reía de esa  sentencia, tan sabia, y hacía cantar a los chavales en  Cuaresma "¡¡¡VENGO DEL POLVO Y AL POLVO VOYYYY!!!"

Hoy sé que esa filosofía nos ayuda a soportar el peso de las inclemencias y a relativizar las cosas que nos pasan. Estamos en un puto valle de lágrimas. Si la muerte tiene un lado destructivo y aniquilador, también nos ofrece el consuelo de que no hay dolor eterno ni pena que no se acabe al final de nuestros días terrenales. Y de que tiene que haber algo más, o esto es una mala broma.

Cuando se cumplen 58  años, uno comienza a darse  cuenta de las cosas que ha dejado atrás y toma conciencia de que la cola de la fila se adelanta,  y que asomas la cabeza y ves al tío que lee los nombres. Ya han pasado los abuelos, el padre, la mujer...

La infancia parece un sueño remoto y el futuro se revela corto y a ver  qué pasa con la salud, con tus amigos, tus amores.

Aparecen las limitaciones físicas y se acrecientan las dudas sobre si hemos sido capaces de aprovechar bien el tiempo.Yo a medida que envejezco siento una mayor perplejidad sobre la vida. Tengo la impresión de que la película está a punto de acabar y de que no me he enterado de qué cojones iba este guión. Desde luego, si lo he escrito yo, vaya mierda, y si tiene otro autor, lo mismo.

No entiendo nada. Y hoy no necesito sermones.

 Alguien dijo que el hombre es una pasión inútil y creo que tenía razón.

A veces me gustaría burlarme de ese señor que se  empeña en que todos  nos pongamos firmes

1 comentario:

  1. Igual es más simple de lo que piensas.
    Tal vez la verdad es que no existen respuestas a tus preguntas.
    Y que la naturaleza de nuestra existencia se conforma con las preguntas que nos hacemos.
    Y que la gran mentira es que nos educaron para intentar resolver preguntas.
    Pero nos crearon para tener un número limitado de respuestas.
    ...
    Tal vez sea tan simple, que nos empeñamos en no comprender nuestra verdadera naturaleza.
    La curiosidad es lo que nos mantiene atentos y vivos.

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