Para algunos soñar es lo más necesario que existe, más necesario incluso que ver.
Para mi lo es. No concibo vivir sin soñar. A veces creo que vivo lo soñado. La realidad mancha. Nuestra mirada se ciega ante la luz esta obliga a cerrar los ojos . Sin sueños la vida sería durísima.
Muchos hemos educado la mirada y la imaginación gracias al cine. Construimos nuestros sueños como guiones . Después se harán realidad o no. ¡Qué importa!
Lo contrario es vivir como espejo y eco. La pobre ninfa Eco. Eco acostumbraba entretener a Hera con su charla, lo que Zeus aprovechaba para entregarse a sus aventuras amorosas. Cuando Hera lo descubre, convencida de que la ninfa es su cómplice, la condena a repetir todo cuanto oye negándole la posibilidad de hablar por sí misma. De forma que, cuando se encuentra con Narciso en el bosque y se enamora de él, no puede sino repetir las cosas que este le dice.
Mucha gente vive en el mundo de Eco. No hace sino ser el eco de lo que ve en los medios audiovisuales, que a su vez solo es repetición de lo que se dice y se ve en otro lugar. Son copias de copias. Y, lo más extraño, es que no solo no tienen conciencia alguna de ello, sino que cuanto más se limitan a repetir lo que oyen y a parecerse a lo que ven más orgullosos y seguros se sienten.
Contemplar , que es mucho más que mirar, tiene que ver con la atención, con la renuncia a poseer. Es descubrir un hallazgo.
Cuando uno se sorprende, anda por la vida sin saber qué quiere exactamente. Por eso se sorprende. De repente, te encuentras asomado al misterio de la realidad: el amor y la vida mira de verdad el mundo. Contemplas ese hallazgo y descubres el amor. Esto sucede con la música, el arte, la fotografía, la literatura...pero , sobre todo, con la el ejercicio de la imaginación.
Hay un pasaje en El idiota, la novela de Dostoievski, en que el príncipe Mishkin habla a sus amigos de una época oscura de su vida en que sus frecuentes crisis epilépticas le sumieron en un estado de confusión cercana al delirio. Una tarde, en las afueras de Basilea, el repentino rebuzno de un burro tiene el poder de devolverle la razón que estaba perdiendo al poner frente a él la presencia insustituible de lo real.
Este pasaje inspirará a Robert Bresson su película más hermosa, Al azar de Balthasar. Nadie que haya visto esta película podrá olvidar la última secuencia, en que el burro enfermo busca el calor de un rebaño de ovejas para morir.
Curioso que la vida de Baltasar, entre latigazos, trabajo de carga y necedades, tras esos acuosos ojos, con una muerte anónima, no se diferencia demasiado de la nuestra.
Los astronautas, cuando vuelven a la Tierra, pasan las de Caín.
ResponderEliminarEl contraste entre lo que han visto a 400 km de altura y la vida a cota cero, es atroz.
Muchos cambian de vida y otros hacen lo imposible por volver a subir hacia las estrellas.
Va a ser muy complicado colonizar el Cosmos.
Somos seres que sueñan con un mundo mejor.
Por eso es más probable que surjan nuevos Profetas.
Y que tendamos a soñar aquí abajo.
...
Los cosmonautas rusos se consuelan leyendo doctor Zivago.
Y los norteamericanos yendo al cine.
...
Luego están los cosmonautas bereberes. Esos son muy felices. Han aprendido a órbitar la Tierra a través de los cuentos orales que escuchan desde niños alrededor de un fuego compartido.
Esos son los que podrían conquistar el Cosmos.
La NASA lo sabe. Pero no consiguen que dejen el desierto para hacer un máster en astronáutica.
Simplemente son muy felices aquí, con sus camellos, su libertad y su música.
Y por la noche contemplan todas las estrellas.
No les interesa viajar a Cabo Cañaveral.
Saben que aquí es donde hay que estar.