domingo, 26 de marzo de 2017

EL ENTIERRO DE EPULÓN.

Fui  monaguillo  muchos años  en Zaragoza . En aquellos años tenían un aire  colgadete y zascandil.Entonces, en los entierros se lloraba mucho aunque el difunto fuera un hijo de  la gran puta.

Detrás del occiso , cargado a hombros en un ataúd más o menos de  diseño , iban los hijos mordiendo un pañuelo.

Un par de  señoras  con  aire de prima retrasada de Montserrat Caballé entonaban un  tantum ergo extraño: "tanto  negro no queremos, veneremos a san Luis,  los antiguos  documentos  no queremos destruir".

Si el fiambre  era de un pobre la cosa era muy chunga. Ni siquiera nosotros, los monaguillos, nos esmerábamos en el servicio. Incluso con alguno no nos  vestíamos la casulla roja y el alba.

Los ricos, en bodas y entierros  siempre daban algo. Cuando era así, movía el  turiferario haciendo  molinete,con estilo.

 Hoy todo ese  mundo desapareció.

Bueno, no todo. Hace  unos meses falleció un señor muy  principal.  En vida celebraban misas aniversarios por el alma de su primera mujer. Él sabía la razón : se petaba la  iglesia de  gente  muy importante.

Hoy  a uno se lo llevan a la fosa con faena de aliño y  la  vida  sigue. 

Parece que  el entierro de este hombre fue en la intimidad . Estarían sus tres hijos,  pastueños y ligeramente adoloridos puesto que acababan de heredar.

Si este  hombre fuese un tío de verdad y  hubiese querido que llorasen  en su entierro , debería  haber  muerto días después de sacar todo su dinero  de sus bancos en billetes , hacer  un buen montón con ellos, y quemarlos al  viento imperio mientras soltaba unas carcajadas  luciferinas y enloquecidas.

Entonces sí que  hubiesen  llorado  sus  hijos...¡y de qué manera!


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