Fui monaguillo muchos años en Zaragoza . En aquellos años tenían un aire colgadete y zascandil.Entonces, en los entierros se lloraba mucho aunque el difunto fuera un hijo de la gran puta.
Detrás del occiso , cargado a hombros en un ataúd más o menos de diseño , iban los hijos mordiendo un pañuelo.
Un par de señoras con aire de prima retrasada de Montserrat Caballé entonaban un tantum ergo extraño: "tanto negro no queremos, veneremos a san Luis, los antiguos documentos no queremos destruir".
Si el fiambre era de un pobre la cosa era muy chunga. Ni siquiera nosotros, los monaguillos, nos esmerábamos en el servicio. Incluso con alguno no nos vestíamos la casulla roja y el alba.
Los ricos, en bodas y entierros siempre daban algo. Cuando era así, movía el turiferario haciendo molinete,con estilo.
Hoy todo ese mundo desapareció.
Bueno, no todo. Hace unos meses falleció un señor muy principal. En vida celebraban misas aniversarios por el alma de su primera mujer. Él sabía la razón : se petaba la iglesia de gente muy importante.
Hoy a uno se lo llevan a la fosa con faena de aliño y la vida sigue.
Parece que el entierro de este hombre fue en la intimidad . Estarían sus tres hijos, pastueños y ligeramente adoloridos puesto que acababan de heredar.
Si este hombre fuese un tío de verdad y hubiese querido que llorasen en su entierro , debería haber muerto días después de sacar todo su dinero de sus bancos en billetes , hacer un buen montón con ellos, y quemarlos al viento imperio mientras soltaba unas carcajadas luciferinas y enloquecidas.
Entonces sí que hubiesen llorado sus hijos...¡y de qué manera!
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ESPACIO RADICAL: UNA INVITACIÓN A VISITARM E
Entonces sí que hubiesen llorado sus hijos...¡y de qué manera!
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