Camino solo hasta la ermita de nuestra señora de la Pertusa.
La vista es de una belleza sobrecogedora. No sé por qué, entré en un estado interior de una intensidad muy densa que me resulta difícil de explicar.
Sucede con frecuencia que las cosas vulgares, las teñidas de miseria humana y de tontería, pueden parecer bellas a los que las protagonizan , pero sólo en la medida y durante el tiempo en que la viven.
Nos ha pasado a todos.
A los extraños nos deja indiferentes. Y cuando ha pasado el fuego de esa relación, también a los que las han vivido. Se les pasó el entusiasmo y no queda nada.
Esta mañana , viví y contemplé esa belleza como un milagro. ¿Qué me sucedió?:
De repente me sobrevino unos recuerdos que no estaban ligados por interés alguno, ni de placer, ni orgullo, ni de rencor, ni vanidad, ni remordimiento.. . Sentado en el abismo, frente a ese Congosto, y con el pantano a mis pies, fueron pasando una a una, mi padre, Manuela, algunas personas que amé - ¡para qué decir nombres!- unas muertas y otras vivas. Todas a muchísima distancia de donde me encontraba. Algunas en México, o en San Antonio...
Cada una de ellas seguían vertiendo en mi corazón la misma plenitud y alegría, y las sentía presentes y vivas. Seguían estando en el fondo de mi ser a pesar de la distancia y de la ausencia infinita.
Esa síntesis entre distancia e intimidad es maravillosa. Es el pequeño milagro que me sucedió ayer en la Ermita de Nuestra Señora de Pertusa.
Fuiste a Torreciudad?
ResponderEliminarNo
ResponderEliminarErmita N S Pertusa