sábado, 13 de enero de 2018

ALGO DE GOYA

Todos  somos  Goya.Un hombre capaz
de expresar con delicados matices escenas felices en la pradera con tonalidades rosas, azules y verdes. 

También en mi alma de niño y de joven hay juegos en el columpio y  fiestas campestres.Años alegres, despreocupados, de una vitalidad extraordinaria. 

Simultáneamente, me he sentido  ahogado por una biografía  atormentada que Goya plasmó en aguafuertes llenos de ajusticiados, brujas, monstruos, toros alanceados, caballos destripados. Las dos fuentes de inspiración se sucedían en el ánimo del artista. Y  también en mi, que fluyen en  ríos y afluentes  tan distintos , que no consigo   encauzar siempre.

Según se sucedían las  propias  historias de su tiempo, Goya pintaba una duquesa desnuda con carne de nácar o un ahorcado, cartones para tapices pon escenas galantes o el garrote vil, un asno con levita y los capirotes de la Inquisición. Ambos mundos convivían en lienzos separados, aunque, sin duda, la España atroz tenía las raíces mucho más profundas. 

Yo soy Goya. Y tú. Cuando Goya se fue a vivir a la Quinta del Sordo, hacia 1819, era un viejo lleno de miedo  y sabiduría. Durante los cuatro años de misantropía que estuvo allí enclaustrado luchando contra sus demonios se dedicó a cubrir 32 metros cuadrados de pared con 14 producciones al óleo que constituyen sus pinturas negras. 

Son visiones corrosivas, pesadillas esquizofrénicas, riñas a garrotazos, aquelarres presididos por un Neptuno que devora a su hijo. Yo tengo mi particular Quinta del Sordo . Tú la tuya.

Pero los expertos saben que debajo de esas pinturas negras, Goya en algunos días felices había pintado majas y bocetos de dulces vendimias con colores pastel. 

Tú y yo también tenemos esas capas  escondidas, y deberíamos aplicarnos  a raspar esa pintura y dar luz a esa otra parte de nosotros  limpia y moral que  es el sustrato de lo que somos.

 Si los restauradores limpiaran las pinturas negras de Goya aparecería un delicado bodegón de frutas dentro de la cabeza de un ahorcado. Si hoy se raspara toda la suciedad que se ha instalado en nuestra alma , saldría a la luz intacto aquel niño que fuimos , y que anda perdido  buscando el camino de regreso a casa entre  pinturas negras y pesadillas  atormentadas.

1 comentario:

  1. Madrid.
    Avenida de Valladolid.
    Una pequeña ermita te espera. La de San de La Florida.
    Tras un pastizal de trabajo en restauración, las bóvedas principales pintadas por Goya, reviven en colorido y frescura.
    Escenas de loa milagros del santo aderezadas con cgavalines pintados con tres brochazos, majas sensuales a puntito de abrirse como flores, pillastres absortos en oración, vagabundos atemorizados ante la solemnidad del portentoso milagro. Ángeles, angelotes y querubines, flotando en los espacios azulados de una inocencia virginal.
    Por añadidura puedes tocar el retablo del altar, labrado cuidadosamente por un artesano italiano fino. Muy fino.
    Y para despedirse nada mejor que visitar la tumba de Goya, allí mismo, en la ermita, bajo la bóveda coloreada, y tener la oportunidad de decirle cuatro cosas al oído.
    ...
    Entrada gratuita, no hay colas ni japoneses.
    Un chollo.
    ...
    Cuando salgas, entra a Casa Mingo que estå al lado. Te pides una sidra y un queso de cabrales.
    Ya luego nos pasamos Francisco y yo a pagar.
    Estas invitado.

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