Leo en La
felicidad de los pececillos:
«No
dejamos de asombrarnos del paso del tiempo: “Pero ¡cómo! ¡Si parece que era
ayer cuando ese padre de familia era aún un chaval con pantalón corto!”.
Lo cual
viene a demostrar que el tiempo no es nuestro elemento natural. ¿Es posible
imaginar a un pez que se asombre de que el agua moje? Es que nuestra verdadera
patria es la eternidad; nosotros no somos más que visitantes de paso en el
tiempo.
Eso no impide
que sea en el tiempo en donde el hombre construya la catedral de Chartres,
pinte el techo de la Capilla Sixtina o toque una cítara de siete cuerdas, cante
enamorado , escribir poesías, lo que inspiró la fulgurante
intuición de William Blake: “La Eternidad está enamorada de las obras del
tiempo”.
Te ha quedado muy kantiano. Bello.
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