sábado, 20 de enero de 2018

EL RELOJERO.

Leibniz    pensó la feliz metáfora del Dios relojero que hace que el Universo funcione como un gigantesco engranaje :el Todopoderoso ha creado un mundo que se mueve de manera armónica gracias a unas leyes universales que él ha diseñado.

Durante siglos se pensó esto: Aristóteles, Dante, los Escolásticos...

Hoy tenemos unos conocimientos de astronomía que nos llevan a cuestionarnos esa visión del mundo. Muchos científicos piensan que el Universo es algo caótico, sometido a la degradación termodinámica y regido por unas leyes que desconocemos en gran medida. 

Uno piensa en que hay agujeros  negros capaces de tragarse un sistema solar, y tiembla ante la incertidumbre.

La idea de Leibniz es tranquilizadora porque nos hace sentirnos tan a  gusto sin esa incertidumbre. Pero si el Universo funciona como un reloj al que Dios ha dado cuerda, podemos deducir que no existe la libertad, que todos nosotros somos una simple pieza de ese engranaje creado por Dios.

De  bien pequeño  me inquietaba pensar  si somos libres para elegir nuestra vida o estamos empujados a seguir un camino por nuestra herencia familiar, nuestro carácter y nuestra formación. Conocí varios compañeros de curso que estaban mediatizados, ¡y de qué modo!, por enfermedades hereritarias.  Sufría  mucho viendo a X, con unos ataques epilépticos  muy aparatosos, de una violencia extrema...y  me preguntaba por qué él, y no yo. 

Si miro a mi alrededor, veo a muchas personas temerosas de perder su trabajo, su patrimonio o su imagen, lo que las empuja a hacer cosas en las que no creen. La vida mancha, y da mucho miedo, porque esa mancha es producto del pavor: hay mucha gente que tiembla ante la incertidumbre.

La verdadera libertad está en ir contra corriente de los demás, en anteponer lo que uno piensa a lo dominante socialmente o lo correcto políticamente. Muy pocos se arriesgan a ello, pero quienes así actúan demuestran que sí existe el libre albedrío.

Leibniz defiende la idea de predestinación del individuo: «Todo lo que ha de ocurrir a alguna persona está ya comprendido virtualmente en su naturaleza o noción». Y conozco mucha gente que cree en ello.  

Pero acto seguido sostiene que un hombre es libre de utilizar su dinero para vivir en el lujo o de ayudar a los demás. Por tanto, aunque el hombre está condicionado por su naturaleza, conserva la facultad de elegir.

Parece  que hay un reino de la necesidad, que son las realidades de la física, y otro reino de la libertad, que existe en la conciencia del individuo. Pero esa libertad está limitada por la naturaleza.

Es como una pescadilla que se muerde la cola. Somos libres pero sólo en la medida en que nuestros condicionantes nos dejan serlo.

En fin, ¡qué más da!: lo importante, condicionados o no, es buscar el amor como norte de nuestra existencia, porque en el amor, cuando es de verdad, de quilates, no hay miedo.

1 comentario:

  1. Pienso que los condicionantes permiten definir nuestra personalidad. Sin condicionantes todos seríamos la misma persona.
    "Quienes quieran entender de manera separada la política y la moral nunca entenderán nada de ninguna de las dos" (Rousseau).
    Kant escribió un opúsculo titulado "Sobre el tópico: esto es cierto en la teoría pero no lo es en la práctica". Defiende que la teoría y la práctica sí van juntas y que actuamos según nuestro pensamiento.
    Me recuerda todo esto a un cuento de Borges:
    "La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono de Emma Zunz, verdadero el pudor, verdadero el odio. Verdadero también era el ultraje que había padecido; sólo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios".

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