domingo, 21 de enero de 2018

HABLAR SOLO

De   pequeñajo   me  preocupaba   sorprender  a  mi madre  hablando  sola  en  la  cocina,  mientras   cosía, o  realizaba   las  tareas  del  hogar.

"¡ Mamá  está loca!,pensaba. 

La  mujer  gesticulaba, asentía, suspiraba,  negaba   con  la  cabeza,  o  decía frases  absurdas tipo   " ¡ más  pan  quiero madre  para  comerme  el bollo!", "¡  ya  verás, ya!", "¡ cojoña,  qué  hombre!".

Con  el  tiempo  he descubierto  que esa  facultad  es,  precisamente,  la  que le  ha  dado  una  envidiable  salud  mental. ¡Lo  verbalizaba   todo!.Hoy,  con  86  años,  también   lo  hace,  creo   que  van a  más  los  soliloquios,  y  está  maravillosamente  espléndida.  Como  una suite  de Jean Philipe Rameau.

¿Veía  a  alguien  mientras mantenía  esas   conversaciones  en  soledad?, ¿escuchaba voces   del más  allá,  o  del  más  acá?.  Lo  ignoro.

Lo  que me  temo es  que es   asunto  que  se  hereda.  Yo  hablo  mucho  solo, y  también  gesticulo, asiento, niego,  arqueo  las  cejas,o  pongo  un gesto  como de  asco. ...y no soy  el  único.  Es  frecuente  en el  tren, en ferrocarriles  catalanes, o en el AVE,  observar  personas  hablando  consigo  mismas en  soledad.

Lo  que  realmente  tiene  que  hacer  muchos daños  es  rumiarse  las  cosas  sin  manifestar  un mal gesto, un  suspiro, un mohín. Al  final  ese tipo  de  personas  sufren  lo  que  se  llama "efecto  ventrílocuo":  el  cuerpo  les  habla  a  través  de tics nerviosos,  guiños  incontrolados, ruidos bruxistas, úlceras  gástricas, aerofagias  irreprimibles, 

Cuando  voy  de  excursión, si  me  siguierais,
veríais   un  hombre  solitario    diciendo  " 'mecagüen  la puta!", "¡  tiene  cojones  la  cosa!  "  ¡no, si  ya  lo  decía  yo!".


Pienso  que  esas  habitaciones  donde  mi madre  charraba  consigo  misma,  con  los años,  liberan  un aura en forma de espectros. Lo mismo  sucede  con los lugares  que fueron  memoria  de  nuestra  vida :e l coche  que  durante años nos  transportó  a  toda  la  familia, las  canciones  que  cantábamos , la  cama  donde  dormimos , los rosarios  que  recitábamos  en  familia...

 En  esos   soliloquios, quedan en el aire  la percepción de una energía  que recibe el nombre de "aura".

Las  cosas  que  nos  acompañaron también tienen historia. Algunos envejecen muy mal, como sucede con las personas. El tiempo se posa en ese  sillón donde  se sentaba  mi padre, en esas labores  que  acariciaba  mi madre, o  en las  salas  de  casa .

La historia que viva en  esos  libros  que  leyeron   generaciones en casa, las manos por las que haya pasado  el  paraguas  de mi padre, el miedo que haya despertado el futuro  incierto cuando   se  arruinó, la emoción estética   escuchando  tocar  el piano a  mi hermana,  los deseos de belleza que  hayan  generado tantas  vivencias en  mi familia, son tan importantes  como las pasiones o desgracias que nos conforman. 

   





  

1 comentario:

  1. Uno de los libros que más me gusta es "El cuerpo nunca miente", de Alice Miller.
    Hay que dar rienda suelta a nuestras emociones, de una manera civilizada. Hablar las cosas. Las emociones también nos pueden hundir (otro libro: "El gobierno de las emociones", de Victoria Camps).
    Hoy he decidido dejar de leer y aplicar a mi vida lo que he leído, a ver qué pasa.

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