De pequeñajo me preocupaba sorprender a mi madre hablando sola en la cocina, mientras cosía, o realizaba las tareas del hogar.
"¡ Mamá está loca!,pensaba.
La mujer gesticulaba, asentía, suspiraba, negaba con la cabeza, o decía frases absurdas tipo " ¡ más pan quiero madre para comerme el bollo!", "¡ ya verás, ya!", "¡ cojoña, qué hombre!".
Con el tiempo he descubierto que esa facultad es, precisamente, la que le ha dado una envidiable salud mental. ¡Lo verbalizaba todo!.Hoy, con 86 años, también lo hace, creo que van a más los soliloquios, y está maravillosamente espléndida. Como una suite de Jean Philipe Rameau.
¿Veía a alguien mientras mantenía esas conversaciones en soledad?, ¿escuchaba voces del más allá, o del más acá?. Lo ignoro.
Lo que me temo es que es asunto que se hereda. Yo hablo mucho solo, y también gesticulo, asiento, niego, arqueo las cejas,o pongo un gesto como de asco. ...y no soy el único. Es frecuente en el tren, en ferrocarriles catalanes, o en el AVE, observar personas hablando consigo mismas en soledad.
Lo que realmente tiene que hacer muchos daños es rumiarse las cosas sin manifestar un mal gesto, un suspiro, un mohín. Al final ese tipo de personas sufren lo que se llama "efecto ventrílocuo": el cuerpo les habla a través de tics nerviosos, guiños incontrolados, ruidos bruxistas, úlceras gástricas, aerofagias irreprimibles,
Cuando voy de excursión, si me siguierais,
veríais un hombre solitario diciendo " 'mecagüen la puta!", "¡ tiene cojones la cosa! " ¡no, si ya lo decía yo!".
veríais un hombre solitario diciendo " 'mecagüen la puta!", "¡ tiene cojones la cosa! " ¡no, si ya lo decía yo!".
Pienso que esas habitaciones donde mi madre charraba consigo misma, con los años, liberan un aura en forma de espectros. Lo mismo sucede con los lugares que fueron memoria de nuestra vida :e l coche que durante años nos transportó a toda la familia, las canciones que cantábamos , la cama donde dormimos , los rosarios que recitábamos en familia...
En esos soliloquios, quedan en el aire la percepción de una energía que recibe el nombre de "aura".
Las cosas que nos acompañaron también tienen historia. Algunos envejecen muy mal, como sucede con las personas. El tiempo se posa en ese sillón donde se sentaba mi padre, en esas labores que acariciaba mi madre, o en las salas de casa .
La historia que viva en esos libros que leyeron generaciones en casa, las manos por las que haya pasado el paraguas de mi padre, el miedo que haya despertado el futuro incierto cuando se arruinó, la emoción estética escuchando tocar el piano a mi hermana, los deseos de belleza que hayan generado tantas vivencias en mi familia, son tan importantes como las pasiones o desgracias que nos conforman.
En esos soliloquios, quedan en el aire la percepción de una energía que recibe el nombre de "aura".
Las cosas que nos acompañaron también tienen historia. Algunos envejecen muy mal, como sucede con las personas. El tiempo se posa en ese sillón donde se sentaba mi padre, en esas labores que acariciaba mi madre, o en las salas de casa .
La historia que viva en esos libros que leyeron generaciones en casa, las manos por las que haya pasado el paraguas de mi padre, el miedo que haya despertado el futuro incierto cuando se arruinó, la emoción estética escuchando tocar el piano a mi hermana, los deseos de belleza que hayan generado tantas vivencias en mi familia, son tan importantes como las pasiones o desgracias que nos conforman.
Uno de los libros que más me gusta es "El cuerpo nunca miente", de Alice Miller.
ResponderEliminarHay que dar rienda suelta a nuestras emociones, de una manera civilizada. Hablar las cosas. Las emociones también nos pueden hundir (otro libro: "El gobierno de las emociones", de Victoria Camps).
Hoy he decidido dejar de leer y aplicar a mi vida lo que he leído, a ver qué pasa.