En su libro de memorias Esther Tusquets cuenta que el problema de su vida fue no sentirse suficientemente amada por su madre.
Ella pensaba que el niño que se siente querido está más preparado para enfrentarse a los problemas del crecimiento y la vida. “Yo no me sentí querida y me he pasado toda la vida mendigando amor. Una pesadez”.
Por eso la gustaban los animales, sobre todo los perros, porque le daban ese amor sin medida que necesitaba. Siempre hubo alguno a su lado, y en una entrevista que le hicieron poco antes de morir declaró que una de las cosas que más la aterraba de la muerte era preguntarse qué pasaría con sus perras.
Paran muchas personas el mundo se ha vuelto tan doloroso y sus problemas tan acuciantes que nos parece que esas historias poco o nada tienen que decirnos. Y la gente se refugia en fidelidades animales, o vegetales.
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