jueves, 27 de junio de 2019

¡O SOLE MÍO!

Una de mis aficiones, heredada por parte de madre, es la de tomar el sol. Me chifla echarme en cualquier sitio, o sentarme en una piedra, cerrar los ojos, encararme a la luz, y estar así. 

Puedo estar horas y horas, embelesado, letárgico y ausente, sin pensar en nada y sin hacer nada. Ni siquiera espanto las moscas.  Las dejo cosquillear por la piel sin un mal gesto. Absorto y  torrado, este estado de naderia me parece de los mejores de la existencia. 

El sol es de esas cosas maravillosas que nos regalan.  Sin coste.  Hay médicos que lo recetan, aunque en mi caso se trata de una afición casi religiosa, casi un voto.  En fin, hay en el tomar el sol una voluptuosidad que no todos entienden. 

A veces pienso que soy un " soladicto".  Así como hay gente que se pasa horas horas nadando, otros las pasamos tumbados, tirados a la Bartola  ( " ¡ Bartola, sube, que papá nos deja!")

Cuando veo una lagartija tendida y palpitando sobre la piedra de un río,  os aseguro que entiendo perfectamente qué siente.  Podrás pensar, ¿ pero  qué haces allí, en qué piensas, qué trajinas?...nada.  No piensas en nada: sientes el sol, el palpitar del pulso, el recorrido de una gota de sudor deslizándose en eslalom por tu piel.

¡ O sole mío! 

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