sábado, 4 de enero de 2020

UNA PASEO POR CASA SUEIRO.

He paseado por el  jardín de Casa Sueiro . Ha llovido durante más de un mes a diario, y a chorros.

La cancela estaba llena de herrumbre. Las hojas amarillas ya habían fermentado en la finca, formando con la hierba muerta un tapiz delicadamente podrido que humeaba, y árboles desnudos extraían un aroma de madera mojada. Había muerto un tejo, y el vendaval había derribado los alcornoques, llevándose también las bombillas de entrada a la casa. 

Bajo los camelios vi la mesa de piedra , el rincón que tanto gustó a mi madre cuando nos visitó este verano,  y entonces recordé las risas de entonces . 

El musgo de la barandilla  condensaba la niebla, y ésta goteaba sobre la nostalgia de aquellas horas pasadas allí soñando. En el jardín hibernado he encontrado algunas páginas putrefactas de la Voz de Galicia de septiembre que formaba parte del humus en el césped. Aún  se podía  leer la noticia de un suicidio de una cantante , anuncios de incendios, declaraciones inútiles de un Pedro Sánchez  , ahuecadas y chulescas, que en su día se creyeron trascendentales.  

Sobre estos hechos había caído el agua del final de otoño , la helada de invierno, hasta convertirlos en abono.

Así es  el sueño de la vida , que resbala por el alma transformándose en su alimento.

El periódico de hoy también trae noticias semejantes. Trae  toda la mierda de pactos de gente que no se pueden ver, que se odian.  He dejado allí el periódico de hoy abandonado. La naturaleza está hibernando. Pronto despertarán todas las raíces, estallarán las gemas, y cuando, en primavera  vuelva al jardín hallaré tal vez estas noticias enterradas, y el tiempo las habrá fermentado. 

Sobre su estiércol, que es nuestra memoria, cada uno podrá cultivar las rosas más secretas.


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