lunes, 31 de mayo de 2021

FLAGELÁNDOSE.

Por culpa de formaciones espirituales hechas como tatuajes, de marcas grabadas a hierro en el costillar de la conciencia bastantes venimos al mundo con vocación de juez y alma de penitente con flagelo incluido.


Es un camino sinuoso, retorcido y complicado. 


Nos ponemos la toga , subimos al estrado y buscamos los motivos más absurdos para transformarnos en nuestro propio juez. 


Un juez implacable que inventa causas aunque no haya motivo, sentencia con toda su mala leche , sin dejar tiempo para la defensa.


El veredicto suele declararnos culpables sin posibilidad de recurrir. 


Uno no quiere defenderse, y acepta la sentencia mirando al suelo y sin levantar la voz. 


Y, tras escuchar la sentencia, nos quedamos con el alma rota y la culpa a cuestas. 


Con nuestro particular  Suso penitente, sufriendo, flagelándose y arrastrando la cruz de una culpa que no existe.. pero que alguien nos dejó allí dentro y no hay manera de borrar, quitar, olvidar.





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