jueves, 6 de mayo de 2021

UN ESPACIO DONDE PUEDA ESCUCHAR SUS VOCES.

 Mi padre me repetía muchas veces " ¡ a ver cuándo caes del burro!"


Tarde supe que el burro que se refería era el de san Pablo quien , al parecer, iba montado en él camino de Damasco.


Mi padre nunca entendió que uno vivía muy lejos de las cosas de aquí abajo. 


Me gustaba , y me sigue encantando, perderme en esos espacios escondidos en los intersticios de lo real es el que explora el mundo de la literatura , del juego y de la fantasía. 


En Las crónicas de Narnia, ese mundo escondido vive en el interior de un armario; en Alicia en el país de las Maravillas, en el hueco de un árbol. Mi mundo también  está lleno de huecos así, fisuras en el tejido de lo existente que abren  a zonas de lo real donde viven sus verdaderos deseos.


Para mi cantar, pasear por el bosque, o leer , es entrar  en el reino de lo pequeño, que es el reino de las  fantasías. Las mías. 


De bien pequeño me escondía debajo de los faldones de la mesa camilla que había en casa y allí me montaba mis historias. También enamorado de mi secreto mundo interior he  buscado esa habitación. Ahora estoy en lugar así.


Y estoy convencido que  esa es la razón de que haya tantas historias de parejas que huyen al enamorarse. El amor reclama burlar a los guardianes de lo real, como lo hacen los místicos que aman lejos de todo. 


No soy místico, pero entiendo la oración como ese apartarse y no pedir nada, " porque Él  ya sabe lo que necesitas"


Todos los niños burlan a esos guardianes cuando juegan. Todos buscan un lugar indefinible que solo a ellos pertenece.


Sí, soy un niño.


Recuerdo una película sobre Simbad, el Marino. Su prometida ha sido transformada en una criatura diminuta y Simbad tiene que correr todo tipo de peligros en busca de una flor cuyo elixir posee el poder de devolverle su tamaño original. Simbad lleva a la princesita consigo y de vez en cuando la saca de su cofrecillo y la deja correr por la mesa, lo que ella aprovecha para provocarle con sus palabras y sus movimientos. Como si le dijera: para amarme tienes que hacerte tan pequeño como yo. 


Esas escenas son una metáfora preciosa del amor, porque el amor, como el juego de los niños, es el reino de lo pequeño. Es justo eso lo que significa el anillo que se entregan los amantes. Tienes que caber por este hueco, se dicen el uno al otro cuando se lo ponen. 


El reino de lo pequeño es el reino del amor y del juego, de ahí el gusto de los que se aman por los diminutivos, su tendencia a tratarse como si fueran dos niños que nunca abandonan del todo el territorio del sueño. 


Lo pequeño es el símbolo de lo que está en el umbral, a punto de escabullirse


Allí quiero vivir.




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